24-04-2012, 22:12
N Ü R B U R G R I N G
El «Infierno verde»
martes 24 de abril de 2012
El teléfono rojo de Red Bull
Me extraña que a estas alturas de la película nadie se haya dado cuenta de que el pasado domingo, Dieter Mateschitz cogió su móvil para llamar a Gerard Lopez y advertirle de que como Kimi no cesara en su intento de robarle al chiquitín de Red Bull su primer triunfo de la temporada, la que viene, la de Milton Keynes se iba a pasar a Mercedes para propulsar sus cacharros, rubricando la seriedad de sus palabras, amenazando al luxemburgués de que como no entendiera lo que le estaba diciendo se iba a acabar el champán gratuito para que los mecánicos de la negra con vitola dorada celebrasen las victorias de la austriaca.
Me extraña también, que nadie haya visto ninguna mano negra en un asunto que debería estar generando ríos de tinta y que sin duda merecía un espacio en portada de Autosport.
Me extraña, of course!, que se nos acabe la memoria a la hora de valorar un puzzle en el que todas las piezas encajan, como encajaban en Malasia aunque con otros protagonistas. Me extraña, en definitiva, que nos volvamos tan poco creativos cuando no se trata de meterle el dedo en aquel sitio a la de Maranello.
No me extraña que Red Bull siga teniendo bula, ni tampoco que las lecturas que se hacen sobre su impecable trabajo sean siempre tan lineales que no caben conspiraciones de ningún tipo, ni aún una miserable sombra de duda.
En este orden de cosas, tampoco me extraña que la chistera de Newey siga rebosante de conejos, ni por supuesto, que tras firmar un comienzo de temporada bastante ramploncete, no se haya visto en la resurrección de Red Bull lo mismo que se vio en la de Ferrari: suerte, desfallecimiento de los rivales, más suerte, unas condiciones de pista favorables, mucha más suerte, y por supuesto un empujoncito entre bambalinas...
Pero lo que más extraña de todo es que seamos tan cortos de vista como para no entender que todo el mundo en el paddock tiene su particular teléfono rojo, desde el cual coger de los cataplines a las abundantes parejas de baile que Bernie ha montado con tanta transversalidad como hay suelta, aunque siendo honesto, soy de la opinión de que se usan siempre para otras cosas diferentes que para amañar carreras.
Os leo.
El «Infierno verde»
martes 24 de abril de 2012
El teléfono rojo de Red Bull
Me extraña que a estas alturas de la película nadie se haya dado cuenta de que el pasado domingo, Dieter Mateschitz cogió su móvil para llamar a Gerard Lopez y advertirle de que como Kimi no cesara en su intento de robarle al chiquitín de Red Bull su primer triunfo de la temporada, la que viene, la de Milton Keynes se iba a pasar a Mercedes para propulsar sus cacharros, rubricando la seriedad de sus palabras, amenazando al luxemburgués de que como no entendiera lo que le estaba diciendo se iba a acabar el champán gratuito para que los mecánicos de la negra con vitola dorada celebrasen las victorias de la austriaca.
Me extraña también, que nadie haya visto ninguna mano negra en un asunto que debería estar generando ríos de tinta y que sin duda merecía un espacio en portada de Autosport.
Me extraña, of course!, que se nos acabe la memoria a la hora de valorar un puzzle en el que todas las piezas encajan, como encajaban en Malasia aunque con otros protagonistas. Me extraña, en definitiva, que nos volvamos tan poco creativos cuando no se trata de meterle el dedo en aquel sitio a la de Maranello.
No me extraña que Red Bull siga teniendo bula, ni tampoco que las lecturas que se hacen sobre su impecable trabajo sean siempre tan lineales que no caben conspiraciones de ningún tipo, ni aún una miserable sombra de duda.
En este orden de cosas, tampoco me extraña que la chistera de Newey siga rebosante de conejos, ni por supuesto, que tras firmar un comienzo de temporada bastante ramploncete, no se haya visto en la resurrección de Red Bull lo mismo que se vio en la de Ferrari: suerte, desfallecimiento de los rivales, más suerte, unas condiciones de pista favorables, mucha más suerte, y por supuesto un empujoncito entre bambalinas...
Pero lo que más extraña de todo es que seamos tan cortos de vista como para no entender que todo el mundo en el paddock tiene su particular teléfono rojo, desde el cual coger de los cataplines a las abundantes parejas de baile que Bernie ha montado con tanta transversalidad como hay suelta, aunque siendo honesto, soy de la opinión de que se usan siempre para otras cosas diferentes que para amañar carreras.
Os leo.