26-01-2011, 15:31
08 – Una piedra en el zapato
Publicado el 26/01/2011 por Carlos Castellá
Concluido el pacto, Dennis tiene que diseñar la estrategia para perder. No será fácil convencer a sus hombres de que esa es la única solución, pero amparándose en que lo ha hecho para salvar la empresa y sus puestos de trabajo, los más cercanos aceptarán ayudarle en el plan. Para que todo salga bien necesitan llegar con opciones a la última carrera, para después allí perder el campeonato.
Esto evitará sospechas, mantendrá la atención deportiva enfriando los demás asuntos, y tanto los aficionados como sobre todo, sus patrocinadores e inversores (con Mercedes a la cabeza, que extrañamente no abrió la boca en todo el proceso) aceptarán que en una lucha deportiva se puede perder, siempre que se haga con honor y decoro.
Sólo dos o tres personas más podían estar al corriente, el resto de la fábrica debía seguir trabajando con absoluta normalidad, manteniendo todos los planes de trabajo y de desarrollo. Cualquier cambio habría desatado la alarma, y en situaciones como esta toda precaución es poca, y además tampoco es segura la absoluta lealtad de todos. Por eso todo tiene que seguir igual, sin que se note la menor variación, a la espera de que llegue el momento oportuno.
Dennis sabe que cuando llegue ese momento podrá forzar la colaboración de los Hamilton si hace falta. Lewis no será un problema, Anthony, que se está convirtiendo en una figura mediática mitad idolatrada mitad odiada ya será más difícil, pero no se lo plantea como un reto imposible. Llegado el caso le hará entender que las cosas son así y sólo le quedará aceptarlas.
Pero el otro piloto… ese si es una piedra en el zapato, porque a los Hamilton se les puede convencer con el sentido corporativista, con el argumento de que todo se lo deben a McLaren y por tanto les ha llegado el momento de devolver a la casa madre todo lo que ésta ha hecho por ellos a lo largo de los años. Se podrá apelar a su conciencia para salvar los puestos de trabajo de todos los empleados que adoran a Lewis, en definitiva se les ganará para la causa.
Pero todas estas historias con Alonso no sirven. Desde que llegó al equipo pocos meses antes, las cosas no fueron bien y desde muy pronto las relaciones empezaron a enturbiarse. El ambiente excesivamente sajón, el “enamoramiento” de todo el equipo hacia Hamilton, la pronta evidencia de que el equipo prefería al británico, la necesidad de Dennis de favorecer a Lewis para garantizarse el apoyo de Ecclestone, y la constante presencia de Anthony, influyendo y enredando a favor de su hijo, aislaron a Alonso y le dejaron en medio de un ambiente frío e incluso hostil hacia él.
Acostumbrado a equipos y ambientes más latinos, la rigidez de McLaren y del propio Ron Dennis, quien además no supo gestionar el asunto (su experiencia con Senna y Prost por lo visto no le sirvió de nada en este aspecto) provocaron un distanciamiento casi desde el principio.
Por eso las cuestiones morales y corporativas no van con él, antes al contrario, desde el principio se sintió ninguneado y despreciado, él, que fue fichado como campeón del mundo para reconducir un equipo que iba a la deriva y al que había devuelto a la senda del triunfo. Además con él habían llegado buenos patrocinadores, así que las deudas morales, en todo caso, eran a la inversa.
Y encima estaba dos puntos por debajo de Hamilton en la general, con los dos pilotos de Ferrari más lejos. La táctica de Dennis para cumplir el pacto sólo podía ser una, descolgar primero a Alonso para que el título se lo jugaran Hamilton y un Ferrari, y luego decidir sobre la marcha como parar a Hamilton. Pero al primero que había que frenar era a Alonso. En plena guerra fría dentro del equipo, esa era la única opción viable.
Así las cosas se llega al GP de Hungría. Todo lo que pasó el sábado es de sobra conocido: Hamilton no obedece la orden de dejar pasar a Alonso, cuando éste entra a cambiar gomas le colocan unas erróneas deliberadamente, el asturiano que aguanta en el sitio pidiendo otros neumáticos e impidiendo que Hamilton pueda cambiar los suyos a tiempo. A pesar de la tensión, Alonso consigue igualmente la pole y después le niega el saludo a Dennis en el parque de verificación, delante de las cámaras de televisión.
La situación en McLaren es de enorme tensión. Dennis quizás ahora se da cuenta de que un Alonso furioso y herido es todavía mejor piloto, o al menos es capaz de hacer una pole como aquella: un minuto antes de lanzarse a por ella certifica que el equipo está totalmente en su contra y ya ni tan siquiera se esconden de ello. Y así como otros muchos en una situación similar se habrían hundido, él hace todo lo contrario y se saca una vuelta extraordinaria que vale una pole.
Además Hamilton ha despreciado a Dennis por la radio, y ambos han discutido. Por primera vez el piloto favorito del equipo se encara con él, empieza a subírsele a las barbas, precisamente en el peor momento. Todo sale mal, y la rueda de prensa posterior en el hospitality certifica el definitivo enfrentamiento entre unos y otros, entre Lewis y Fernando, entre Fernando y Ron, entre los periodistas británicos y los españoles… es la guerra.
Es entonces cuando aparece el infausto comisario deportivo Tony Scott Andrews a quien Max Mosley le ha encargado una especial vigilancia sobre McLaren y sus pilotos. Mosley conoce el plan de Dennis, pero no se fía de su enemigo, así que encarga a Scott Andrews que esté al tanto. A la vista de los hechos, éste decide forzar la increíble sanción a Alonso de cinco plazas en la parrilla, saltándose todas las normas sin que nadie (Mosley, FIA, Ecclestone…) diga una palabra, y que facilitó la posterior victoria de Hamilton, con Raikkonen segundo y Alonso cuarto. Una decisión y un resultado que le van bien a Dennis y a todos los implicados, porque entraba dentro de su estratagema: lo primero, hundir a Alonso, luego ya se verá.
Pero antes de la carrera, el domingo por la mañana, se produce un hecho trascendental: un Alonso furibundo entra en el despacho de Dennis, discute con él y con Martin Whitmarsh y les amenaza con enviar a la FIA los mails comprometedores que guarda en su ordenador, y que demuestran que McLaren recibía información desde febrero. Ignoro el como y el porqué de la discusión (insisto: no tengo ninguna información fiable), pero lo cierto es que al acabar la misma Dennis se asusta y comete el error de llamar a Mosley. Le cuenta al Presidente que uno de sus pilotos tiene esa información, le dice que él no sabía nada de eso y que por ello quiere ser el primero en informarle, que McLaren siempre ha colaborado en la investigación y que lo sigue haciendo como lo demuestra su llamada.
Unos minutos más tarde el manager de Alonso habla con Dennis, le asegura que todo ha sido un “calentón” y que por supuesto Alonso no hará nada de lo que ha dicho. Dennis vuelve a llamar a Mosley para contarle eso y decirle que todo ha sido una falsa alarma.
Pero Mosley no se lo traga.
Blog Carlos Castellá
Publicado el 26/01/2011 por Carlos Castellá
Concluido el pacto, Dennis tiene que diseñar la estrategia para perder. No será fácil convencer a sus hombres de que esa es la única solución, pero amparándose en que lo ha hecho para salvar la empresa y sus puestos de trabajo, los más cercanos aceptarán ayudarle en el plan. Para que todo salga bien necesitan llegar con opciones a la última carrera, para después allí perder el campeonato.
Esto evitará sospechas, mantendrá la atención deportiva enfriando los demás asuntos, y tanto los aficionados como sobre todo, sus patrocinadores e inversores (con Mercedes a la cabeza, que extrañamente no abrió la boca en todo el proceso) aceptarán que en una lucha deportiva se puede perder, siempre que se haga con honor y decoro.
Sólo dos o tres personas más podían estar al corriente, el resto de la fábrica debía seguir trabajando con absoluta normalidad, manteniendo todos los planes de trabajo y de desarrollo. Cualquier cambio habría desatado la alarma, y en situaciones como esta toda precaución es poca, y además tampoco es segura la absoluta lealtad de todos. Por eso todo tiene que seguir igual, sin que se note la menor variación, a la espera de que llegue el momento oportuno.
Dennis sabe que cuando llegue ese momento podrá forzar la colaboración de los Hamilton si hace falta. Lewis no será un problema, Anthony, que se está convirtiendo en una figura mediática mitad idolatrada mitad odiada ya será más difícil, pero no se lo plantea como un reto imposible. Llegado el caso le hará entender que las cosas son así y sólo le quedará aceptarlas.
Pero el otro piloto… ese si es una piedra en el zapato, porque a los Hamilton se les puede convencer con el sentido corporativista, con el argumento de que todo se lo deben a McLaren y por tanto les ha llegado el momento de devolver a la casa madre todo lo que ésta ha hecho por ellos a lo largo de los años. Se podrá apelar a su conciencia para salvar los puestos de trabajo de todos los empleados que adoran a Lewis, en definitiva se les ganará para la causa.
Pero todas estas historias con Alonso no sirven. Desde que llegó al equipo pocos meses antes, las cosas no fueron bien y desde muy pronto las relaciones empezaron a enturbiarse. El ambiente excesivamente sajón, el “enamoramiento” de todo el equipo hacia Hamilton, la pronta evidencia de que el equipo prefería al británico, la necesidad de Dennis de favorecer a Lewis para garantizarse el apoyo de Ecclestone, y la constante presencia de Anthony, influyendo y enredando a favor de su hijo, aislaron a Alonso y le dejaron en medio de un ambiente frío e incluso hostil hacia él.
Acostumbrado a equipos y ambientes más latinos, la rigidez de McLaren y del propio Ron Dennis, quien además no supo gestionar el asunto (su experiencia con Senna y Prost por lo visto no le sirvió de nada en este aspecto) provocaron un distanciamiento casi desde el principio.
Por eso las cuestiones morales y corporativas no van con él, antes al contrario, desde el principio se sintió ninguneado y despreciado, él, que fue fichado como campeón del mundo para reconducir un equipo que iba a la deriva y al que había devuelto a la senda del triunfo. Además con él habían llegado buenos patrocinadores, así que las deudas morales, en todo caso, eran a la inversa.
Y encima estaba dos puntos por debajo de Hamilton en la general, con los dos pilotos de Ferrari más lejos. La táctica de Dennis para cumplir el pacto sólo podía ser una, descolgar primero a Alonso para que el título se lo jugaran Hamilton y un Ferrari, y luego decidir sobre la marcha como parar a Hamilton. Pero al primero que había que frenar era a Alonso. En plena guerra fría dentro del equipo, esa era la única opción viable.
Así las cosas se llega al GP de Hungría. Todo lo que pasó el sábado es de sobra conocido: Hamilton no obedece la orden de dejar pasar a Alonso, cuando éste entra a cambiar gomas le colocan unas erróneas deliberadamente, el asturiano que aguanta en el sitio pidiendo otros neumáticos e impidiendo que Hamilton pueda cambiar los suyos a tiempo. A pesar de la tensión, Alonso consigue igualmente la pole y después le niega el saludo a Dennis en el parque de verificación, delante de las cámaras de televisión.
La situación en McLaren es de enorme tensión. Dennis quizás ahora se da cuenta de que un Alonso furioso y herido es todavía mejor piloto, o al menos es capaz de hacer una pole como aquella: un minuto antes de lanzarse a por ella certifica que el equipo está totalmente en su contra y ya ni tan siquiera se esconden de ello. Y así como otros muchos en una situación similar se habrían hundido, él hace todo lo contrario y se saca una vuelta extraordinaria que vale una pole.
Además Hamilton ha despreciado a Dennis por la radio, y ambos han discutido. Por primera vez el piloto favorito del equipo se encara con él, empieza a subírsele a las barbas, precisamente en el peor momento. Todo sale mal, y la rueda de prensa posterior en el hospitality certifica el definitivo enfrentamiento entre unos y otros, entre Lewis y Fernando, entre Fernando y Ron, entre los periodistas británicos y los españoles… es la guerra.
Es entonces cuando aparece el infausto comisario deportivo Tony Scott Andrews a quien Max Mosley le ha encargado una especial vigilancia sobre McLaren y sus pilotos. Mosley conoce el plan de Dennis, pero no se fía de su enemigo, así que encarga a Scott Andrews que esté al tanto. A la vista de los hechos, éste decide forzar la increíble sanción a Alonso de cinco plazas en la parrilla, saltándose todas las normas sin que nadie (Mosley, FIA, Ecclestone…) diga una palabra, y que facilitó la posterior victoria de Hamilton, con Raikkonen segundo y Alonso cuarto. Una decisión y un resultado que le van bien a Dennis y a todos los implicados, porque entraba dentro de su estratagema: lo primero, hundir a Alonso, luego ya se verá.
Pero antes de la carrera, el domingo por la mañana, se produce un hecho trascendental: un Alonso furibundo entra en el despacho de Dennis, discute con él y con Martin Whitmarsh y les amenaza con enviar a la FIA los mails comprometedores que guarda en su ordenador, y que demuestran que McLaren recibía información desde febrero. Ignoro el como y el porqué de la discusión (insisto: no tengo ninguna información fiable), pero lo cierto es que al acabar la misma Dennis se asusta y comete el error de llamar a Mosley. Le cuenta al Presidente que uno de sus pilotos tiene esa información, le dice que él no sabía nada de eso y que por ello quiere ser el primero en informarle, que McLaren siempre ha colaborado en la investigación y que lo sigue haciendo como lo demuestra su llamada.
Unos minutos más tarde el manager de Alonso habla con Dennis, le asegura que todo ha sido un “calentón” y que por supuesto Alonso no hará nada de lo que ha dicho. Dennis vuelve a llamar a Mosley para contarle eso y decirle que todo ha sido una falsa alarma.
Pero Mosley no se lo traga.
Blog Carlos Castellá
" creo que he pasado toda mi vida, los nueve últimos años de mi carrera en la Fórmula 1 preparándome para este momento, para estar listo. Al fin ha llegado." Fernando Alonso (30/09/09)