10-02-2013, 12:28
(Este mensaje fue modificado por última vez en: 10-02-2013, 12:48 por Melife1.)
3-El dolor y el consuelo
Posted on 30/01/2013 by Carlos Castellá
Cuando Mara abandonó el despacho, el Hombre estaba enfadado. Aquella señorita había ido allí a pedirle consuelo ¡A pedírselo a él! ¡Si alguien merecía recibir consuelo en este mundo era él y nadie más que él!
Había perdido un piloto y un coche, si, pero también había perdido un hijo y eso no podía olvidarlo, ¿qué sabía ella de lo que era el verdadero dolor? Al fin y al cabo seguro que pasados unos meses encontraría consuelo en otro hombre, en cambio él no encontraba consuelo en nada ni en nadie.
Su único alivio de todo aquel episodio era que al menos la prensa italiana no se había cebado con él, sino con el francés que cruzó la pista empujando el coche y con la organización, que no hizo nada para evitarlo. Por una vez la muerte de uno de sus pilotos no había sido responsabilidad suya y eso le evitó muchos disgustos, pero una nueva tragedia había asolado su vida y su equipo y no encontraba consuelo, aquel consuelo que llevaba tantos años buscando aún sabiendo que nunca lo encontraría.
Por ello no quiso hablar con aquella chica, por muy novia que fuera. Y eso que era bonita y a él, las mujeres bonitas le encantaban, casi tanto como sus coches. Su presencia era siempre motivo de alegría y de falsas ilusiones porque con las mujeres no había tenido mucha suerte. En otros aspectos siempre había sabido hacer girar las cosas en el sentido que a él le convenía y sus decisiones siempre habían sido acertadas, pero cuando había mujeres de por medio las cosas no salían a su gusto, tal como le pasó años antes con la “conjura de palacio”.
Fue en los años ’60, cuando su esposa Laura había sufrido un súbito e inesperado interés por las carreras, viajando a muchas de ellas cuando él ya no lo hacía. Según contaban las viejas historias, se había convertido en la pesadilla de pilotos e ingenieros por su injerencia en todos los asuntos, hasta el punto de que Phil Hill y Richie Ginther fingieron tener que seguir viaje a Estocolmo después del entierro de Wolfgang Von Trips para no tener que llevarla, obligando a un empleado de Ferrari a hacerlo en otro coche. Durante el viaje de regreso, en la Autostrada del Sole Laura reconoció el Peugeot 404 de Phil y se la juró por más que el conductor le dijera que coches como aquel había miles en las carreteras italianas y francesas.
A finales de 1961 ocho dirigentes de la fábrica, encabezados por el ingeniero jefe Carlo Chitti y los ingenieros Bizzarrini y Galasi, los responsables de las áreas más importantes como Gardini (director comercial), Della Casa (director administrativo), Selmi (personal) y Giberti (compras), así como el Director Deportivo, Romolo Tavoni, se plantaron ante Ferrari y le exigieron el cese de aquella constante injerencia bajo la amenaza de marcharse. Ni ellos querían irse ni Ferrari deseaba perderlos, pero la cuerda estaba tan tensa que acabaron siendo expulsados de la empresa. Enzo respondió a la carta que le habían enviado diciendo que “no acepto conjuras de palacio. ¿Se van los generales? Saldremos adelante con los soldados”.
Creó un nuevo grupo de dirigentes entre los cuales ya incluyó a Piero, el hijo que había tenido con el gran amor de su vida, Lina Lardi. Ello fue suficiente para que Laura se alejara de la fábrica y acabara encerrándose en su casa lejos de las actividades de su marido y porqué no decirlo, lejos también de él, ya que cada vez estaban más distanciados. Ella sabía de la existencia de Lina y de Piero y durante aquellos años sospechaba de Fiamma, la ex novia de Luigi Mussó. Desde la muerte del piloto en Reims unos años antes, Fiamma había estado merodeando por Maranello y ella no se creía que era sólo para dar un punto de vista femenino a los Ferrari de calle. Y creía que más de una secretaria había pasado la noche en las habitaciones privadas que había en la fábrica, alguna habladuría le llegaba de vez en cuando, como la de una tal Giannina que además de eficiente secretaria era la encargada del mantenimiento de dichas habitaciones. Al parecer cuando Enzo se quedaba trabajando hasta muy tarde y no volvía a casa, había alguien que tampoco se iba a la suya.
Pero el Patrón era un hombre que insuflaba gran respeto y admiración a su alrededor, el hombre que nunca aceptaba consejos a la hora de tomar grandes decisiones. Por eso el 31 de octubre de 1961 llamó a Mauro Forghieri a su despacho y a pesar de ser éste un joven de sólo 26 años, le nombró Director Técnico de Ferrari. Cuando el ingeniero intentó replicar, Enzo le dijo que se limitara a hacer su trabajo, que él se encargaría del resto. Sólo tres años después, en 1964, John Surtees ganaba el título con un Ferrari creado por Forghieri, demostración de que la decisión había sido acertada.
Claro que desde entonces no habían vuelto a ganar y Ferrari necesitaba victorias, tanto por el esfuerzo que le dedicaban a la competición como para asegurar el futuro de la marca. Los triunfos deportivos eran esenciales y habían pasado ya siete años desde el último título. Todo parecía a punto para conseguir otro en aquella temporada de 1971, en la que iban a estar en los campeonatos del Mundo de Fórmula 1 y de Sport-Prototipos. El 312 B1 había acabado el año anterior con grandes triunfos y sólo una pequeña avería eléctrica había impedido que Ickx sobrepasara al difunto Jochen Rindt en la general. Y la nueva barqueta 312 PB había demostrado lo rápida que era antes del accidente de Argentina.
Aquellas victorias de 1970 en Austria, Canadá y México con Ickx y sobre todo en Italia con Regazzoni habían sido no sólo un bálsamo, sino la confirmación de que sus decisiones siempre era acertadas. Confiar en Mauro Forghieri y todo el grupo de ingenieros había sido una buena decisión, habían tardado en volver a conseguir un buen coche, pero la idea de un motor plano de doce cilindros había sido un gran acierto y ahora llegaba el momento de encontrar el consuelo de los triunfos.
http://carloscastella.wordpress.com/2013...-consuelo/
Posted on 30/01/2013 by Carlos Castellá
Cuando Mara abandonó el despacho, el Hombre estaba enfadado. Aquella señorita había ido allí a pedirle consuelo ¡A pedírselo a él! ¡Si alguien merecía recibir consuelo en este mundo era él y nadie más que él!
Había perdido un piloto y un coche, si, pero también había perdido un hijo y eso no podía olvidarlo, ¿qué sabía ella de lo que era el verdadero dolor? Al fin y al cabo seguro que pasados unos meses encontraría consuelo en otro hombre, en cambio él no encontraba consuelo en nada ni en nadie.
Su único alivio de todo aquel episodio era que al menos la prensa italiana no se había cebado con él, sino con el francés que cruzó la pista empujando el coche y con la organización, que no hizo nada para evitarlo. Por una vez la muerte de uno de sus pilotos no había sido responsabilidad suya y eso le evitó muchos disgustos, pero una nueva tragedia había asolado su vida y su equipo y no encontraba consuelo, aquel consuelo que llevaba tantos años buscando aún sabiendo que nunca lo encontraría.
Por ello no quiso hablar con aquella chica, por muy novia que fuera. Y eso que era bonita y a él, las mujeres bonitas le encantaban, casi tanto como sus coches. Su presencia era siempre motivo de alegría y de falsas ilusiones porque con las mujeres no había tenido mucha suerte. En otros aspectos siempre había sabido hacer girar las cosas en el sentido que a él le convenía y sus decisiones siempre habían sido acertadas, pero cuando había mujeres de por medio las cosas no salían a su gusto, tal como le pasó años antes con la “conjura de palacio”.
Fue en los años ’60, cuando su esposa Laura había sufrido un súbito e inesperado interés por las carreras, viajando a muchas de ellas cuando él ya no lo hacía. Según contaban las viejas historias, se había convertido en la pesadilla de pilotos e ingenieros por su injerencia en todos los asuntos, hasta el punto de que Phil Hill y Richie Ginther fingieron tener que seguir viaje a Estocolmo después del entierro de Wolfgang Von Trips para no tener que llevarla, obligando a un empleado de Ferrari a hacerlo en otro coche. Durante el viaje de regreso, en la Autostrada del Sole Laura reconoció el Peugeot 404 de Phil y se la juró por más que el conductor le dijera que coches como aquel había miles en las carreteras italianas y francesas.
A finales de 1961 ocho dirigentes de la fábrica, encabezados por el ingeniero jefe Carlo Chitti y los ingenieros Bizzarrini y Galasi, los responsables de las áreas más importantes como Gardini (director comercial), Della Casa (director administrativo), Selmi (personal) y Giberti (compras), así como el Director Deportivo, Romolo Tavoni, se plantaron ante Ferrari y le exigieron el cese de aquella constante injerencia bajo la amenaza de marcharse. Ni ellos querían irse ni Ferrari deseaba perderlos, pero la cuerda estaba tan tensa que acabaron siendo expulsados de la empresa. Enzo respondió a la carta que le habían enviado diciendo que “no acepto conjuras de palacio. ¿Se van los generales? Saldremos adelante con los soldados”.
Creó un nuevo grupo de dirigentes entre los cuales ya incluyó a Piero, el hijo que había tenido con el gran amor de su vida, Lina Lardi. Ello fue suficiente para que Laura se alejara de la fábrica y acabara encerrándose en su casa lejos de las actividades de su marido y porqué no decirlo, lejos también de él, ya que cada vez estaban más distanciados. Ella sabía de la existencia de Lina y de Piero y durante aquellos años sospechaba de Fiamma, la ex novia de Luigi Mussó. Desde la muerte del piloto en Reims unos años antes, Fiamma había estado merodeando por Maranello y ella no se creía que era sólo para dar un punto de vista femenino a los Ferrari de calle. Y creía que más de una secretaria había pasado la noche en las habitaciones privadas que había en la fábrica, alguna habladuría le llegaba de vez en cuando, como la de una tal Giannina que además de eficiente secretaria era la encargada del mantenimiento de dichas habitaciones. Al parecer cuando Enzo se quedaba trabajando hasta muy tarde y no volvía a casa, había alguien que tampoco se iba a la suya.
Pero el Patrón era un hombre que insuflaba gran respeto y admiración a su alrededor, el hombre que nunca aceptaba consejos a la hora de tomar grandes decisiones. Por eso el 31 de octubre de 1961 llamó a Mauro Forghieri a su despacho y a pesar de ser éste un joven de sólo 26 años, le nombró Director Técnico de Ferrari. Cuando el ingeniero intentó replicar, Enzo le dijo que se limitara a hacer su trabajo, que él se encargaría del resto. Sólo tres años después, en 1964, John Surtees ganaba el título con un Ferrari creado por Forghieri, demostración de que la decisión había sido acertada.
Claro que desde entonces no habían vuelto a ganar y Ferrari necesitaba victorias, tanto por el esfuerzo que le dedicaban a la competición como para asegurar el futuro de la marca. Los triunfos deportivos eran esenciales y habían pasado ya siete años desde el último título. Todo parecía a punto para conseguir otro en aquella temporada de 1971, en la que iban a estar en los campeonatos del Mundo de Fórmula 1 y de Sport-Prototipos. El 312 B1 había acabado el año anterior con grandes triunfos y sólo una pequeña avería eléctrica había impedido que Ickx sobrepasara al difunto Jochen Rindt en la general. Y la nueva barqueta 312 PB había demostrado lo rápida que era antes del accidente de Argentina.
Aquellas victorias de 1970 en Austria, Canadá y México con Ickx y sobre todo en Italia con Regazzoni habían sido no sólo un bálsamo, sino la confirmación de que sus decisiones siempre era acertadas. Confiar en Mauro Forghieri y todo el grupo de ingenieros había sido una buena decisión, habían tardado en volver a conseguir un buen coche, pero la idea de un motor plano de doce cilindros había sido un gran acierto y ahora llegaba el momento de encontrar el consuelo de los triunfos.
http://carloscastella.wordpress.com/2013...-consuelo/
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