14-10-2013, 00:12
(Este mensaje fue modificado por última vez en: 14-10-2013, 00:13 por yirepa.)
Yo creía que la cobardía, la falta de dignidad, el amor propio de un gusano, el ridículo, la imbecilidad, el venderse por un plato de angulas, la falta de personalidad, el ser un cabrón consentido y un mamarracho tenía límites, pero no: el pobre diablo de Webber lo ha vuelto a demostrar. Menos mal que le queda un cuarto de hora al pobre hombre, tan complaciente y sumiso que hoy he sentido hasta un gramo de pena. Siempre será un misterio para mí que Alonso le invite a cenar de vez en cuando.