21-11-2013, 21:17
El Infierno Verde
Bono basura
No es por nada, pero estamos terminando esta temporada como el monoplaza de Webber en Corea, quemados y en la cuneta. Mal síntoma en todo caso, o mejor dicho, un síntoma explícito de lo mal que van las cosas en manos de ese hombre que se autoproclama imprescindible mientras es juzgado por untar a quien se le ponga por delante con tal de conseguir lo que pretende.
Pero Bernie no es el único culpable, admitámoslo. Cualquiera con dos dedos de frente reconoce que para que las cosas hayan llegado tan lejos, hace falta un séquito abundante de costaleros y rebañaculos (disculpadme la expresión) que han hecho posible el milagro, porque si no, sin colaboradores necesarios, nada de lo que está sucediendo resultaría mínimamente comprensible.
Hoy os voy a dejar tranquilos con el asunto de Pirelli, esa empresa que llegó a la Fórmula 1 para sustituir a una insoportable Bridgestone que no ofrecía espectáculo, pero que amenaza con neumáticos para una sola parada de cara al año que viene, porque quiero reflexionar sobre la caída en picado que ha sufrido nuestro deporte como lugar donde proyectar una imagen de negocio en el que se supone debería primar la excelencia.
Si existiera una agencia de calificación para todo esto, doy por seguro que hace tiempo habría otorgado a la F1 el valor de bono basura. Los gastos son elevados; los personalismos impiden llevar a cabo las expectativas; los alicientes se desgastan conforme van pasando los campeonatos; los resultados no convencen porque hay constancia de que los balances están amañados; y lo más grave, el futuro está impregnado de elevadas dosis de improvisación.
¿Quién estaría tan loco de invertir aquí? Pues eso mismo, El Circo adolece de fatiga económica y deportiva porque ha perdido crédito, de manera que ahora mismo está resultando sumamente atractivo sólo para aquellos que pretenden un retorno rápido, ya que el dinero es temblón por naturaleza y no asume riesgos a medio o largo plazo salvo que el premio final lo merezca. Y es que no hay premio porque no hay garantías. Hoy se promete contener el gasto y mañana si te he visto no me acuerdo. Hoy se abre la puerta a empresas pequeñas y mañana se las asfixia en un cuartucho. Hoy se promete espectáculo y mañana el share cae en picado, y las gradas se vacían y los aficionados comienzan a dar la espalda a un fenómeno que a duras penas se sostiene sobre una tradición, que por manoseada ad nauseam, lleva décadas perdiendo su sentido legítimo.
Los récords caen con rapidez vertiginosa y el deporte pierde entidad porque ha dejado de parecer arriesgado. Todo es distinto aunque se empeña en parecer igual a cuando auténticos héroes devoraban el asfalto. La casquería gana por goleada al filete de ternera y el olor que desprende la cocina ha llegado definitivamente al comedor. Bernie se proclama imprescindible pero ha comenzado a cantar sus miserias y las de sus secuaces ante el juez, mientras la temporada 2013 aburre incluso a los rebaños de ovejas… Y la FIA, ¡ay la FIA! La federación deportiva, en vez de desmarcarse de esa cultura tan suya que señaló Ari Vatanen en su carrera fallida por la presidencia, se empeña año tras año en desvelarse como una marioneta que sólo atiende a sus propios intereses y por ende, a los de aquel que maneja con mano senil sus hilos.
A veces pienso en lo bien que nos vendría una figura como la del Papa Francisco en la Plaza de la Concordia, un tipo cabal y coherente que además de hacer praxis de sus ideas con suma coherencia —independientemente de que estemos de acuerdo con ellas o no—, planteara la posibilidad de una auditoría externa para erradicar toda sombra de duda y devolver así al negocio, la salud que jamás debería haber perdido.
La Fórmula 1 actualmente vale poco. Por ejemplo, Infinity, patrocinador de Red Bull, no ve con buenos ojos que siempre gane Vettel. Es un síntoma, uno de tantos, otro más, sin duda.
Os leo.
http://diariomotor.com/blogs/f1/2013/11/20/bono-basura/
Bono basura
No es por nada, pero estamos terminando esta temporada como el monoplaza de Webber en Corea, quemados y en la cuneta. Mal síntoma en todo caso, o mejor dicho, un síntoma explícito de lo mal que van las cosas en manos de ese hombre que se autoproclama imprescindible mientras es juzgado por untar a quien se le ponga por delante con tal de conseguir lo que pretende.
Pero Bernie no es el único culpable, admitámoslo. Cualquiera con dos dedos de frente reconoce que para que las cosas hayan llegado tan lejos, hace falta un séquito abundante de costaleros y rebañaculos (disculpadme la expresión) que han hecho posible el milagro, porque si no, sin colaboradores necesarios, nada de lo que está sucediendo resultaría mínimamente comprensible.
Hoy os voy a dejar tranquilos con el asunto de Pirelli, esa empresa que llegó a la Fórmula 1 para sustituir a una insoportable Bridgestone que no ofrecía espectáculo, pero que amenaza con neumáticos para una sola parada de cara al año que viene, porque quiero reflexionar sobre la caída en picado que ha sufrido nuestro deporte como lugar donde proyectar una imagen de negocio en el que se supone debería primar la excelencia.
Si existiera una agencia de calificación para todo esto, doy por seguro que hace tiempo habría otorgado a la F1 el valor de bono basura. Los gastos son elevados; los personalismos impiden llevar a cabo las expectativas; los alicientes se desgastan conforme van pasando los campeonatos; los resultados no convencen porque hay constancia de que los balances están amañados; y lo más grave, el futuro está impregnado de elevadas dosis de improvisación.
¿Quién estaría tan loco de invertir aquí? Pues eso mismo, El Circo adolece de fatiga económica y deportiva porque ha perdido crédito, de manera que ahora mismo está resultando sumamente atractivo sólo para aquellos que pretenden un retorno rápido, ya que el dinero es temblón por naturaleza y no asume riesgos a medio o largo plazo salvo que el premio final lo merezca. Y es que no hay premio porque no hay garantías. Hoy se promete contener el gasto y mañana si te he visto no me acuerdo. Hoy se abre la puerta a empresas pequeñas y mañana se las asfixia en un cuartucho. Hoy se promete espectáculo y mañana el share cae en picado, y las gradas se vacían y los aficionados comienzan a dar la espalda a un fenómeno que a duras penas se sostiene sobre una tradición, que por manoseada ad nauseam, lleva décadas perdiendo su sentido legítimo.
Los récords caen con rapidez vertiginosa y el deporte pierde entidad porque ha dejado de parecer arriesgado. Todo es distinto aunque se empeña en parecer igual a cuando auténticos héroes devoraban el asfalto. La casquería gana por goleada al filete de ternera y el olor que desprende la cocina ha llegado definitivamente al comedor. Bernie se proclama imprescindible pero ha comenzado a cantar sus miserias y las de sus secuaces ante el juez, mientras la temporada 2013 aburre incluso a los rebaños de ovejas… Y la FIA, ¡ay la FIA! La federación deportiva, en vez de desmarcarse de esa cultura tan suya que señaló Ari Vatanen en su carrera fallida por la presidencia, se empeña año tras año en desvelarse como una marioneta que sólo atiende a sus propios intereses y por ende, a los de aquel que maneja con mano senil sus hilos.
A veces pienso en lo bien que nos vendría una figura como la del Papa Francisco en la Plaza de la Concordia, un tipo cabal y coherente que además de hacer praxis de sus ideas con suma coherencia —independientemente de que estemos de acuerdo con ellas o no—, planteara la posibilidad de una auditoría externa para erradicar toda sombra de duda y devolver así al negocio, la salud que jamás debería haber perdido.
La Fórmula 1 actualmente vale poco. Por ejemplo, Infinity, patrocinador de Red Bull, no ve con buenos ojos que siempre gane Vettel. Es un síntoma, uno de tantos, otro más, sin duda.
Os leo.
http://diariomotor.com/blogs/f1/2013/11/20/bono-basura/