01-04-2011, 14:22
Hola a todos los safetys. Hablando de sufrimiento, me he dado cuenta de que me pasa una cosa curiosa: ya no sufro en las carreras de F1 si Alonso no consigue la pole o no gana la carrera, como me pasaba el año que estuvo en McLaren. Ni tampoco sufro como lo hacía cuando el nano sudaba tinta para entrar en la Q3 los dos últimos años que estuvo en Renault.
Ahora en cambio, y desde el año pasado, disfruto con todas y cada una de las vueltas que el nano da en cada Gran Premio. No es que me haga gracia precisamente que llegue un Vettel y califique 1,5 segundos delante de él, o un Button lo arrincone hasta olvidarse de que a su derecha le están pasando dos pilotos a la vez. Pero todo eso pasa, para mí, a un segundo plano cuando veo al nano adelantar por fuera a Kobayashi en la chicane más rápida del mundial, u oigo a los ingenieros de RedBull diciéndole a Webber que el nano lleva duros y él blandos cuando el australiano lleva varias vueltas intentando pasarle. Y disfruto pensando en la cara que pondría la madre de Petrov si el GP se alargase sólo un par de vueltas más, después de que su hijo le sacaba más de 7 segundos en el último pit-stop al nano.
En fin. Después de mucho sufrimiento he llegado a la conclusión de que si por algo merece la pena ver hoy en día una Fórmula 1 entreverada de morros y alerones que se retuercen, neumáticos que no terminan de desgastarse lo que debieran y maniobras aerodinámicas al filo de la legalidad, es porque hay un Fernando Alonso que me recuerda constantemente la diferencia tan abismal que hay entre ser un buen piloto de Fórmula 1 y ser el mejor de ellos.
Ahora en cambio, y desde el año pasado, disfruto con todas y cada una de las vueltas que el nano da en cada Gran Premio. No es que me haga gracia precisamente que llegue un Vettel y califique 1,5 segundos delante de él, o un Button lo arrincone hasta olvidarse de que a su derecha le están pasando dos pilotos a la vez. Pero todo eso pasa, para mí, a un segundo plano cuando veo al nano adelantar por fuera a Kobayashi en la chicane más rápida del mundial, u oigo a los ingenieros de RedBull diciéndole a Webber que el nano lleva duros y él blandos cuando el australiano lleva varias vueltas intentando pasarle. Y disfruto pensando en la cara que pondría la madre de Petrov si el GP se alargase sólo un par de vueltas más, después de que su hijo le sacaba más de 7 segundos en el último pit-stop al nano.
En fin. Después de mucho sufrimiento he llegado a la conclusión de que si por algo merece la pena ver hoy en día una Fórmula 1 entreverada de morros y alerones que se retuercen, neumáticos que no terminan de desgastarse lo que debieran y maniobras aerodinámicas al filo de la legalidad, es porque hay un Fernando Alonso que me recuerda constantemente la diferencia tan abismal que hay entre ser un buen piloto de Fórmula 1 y ser el mejor de ellos.
Me gustaría dejar eso, que la Fórmula 1 siga teniendo atención en España y que en el futuro, en 20 o 30 años, se recuerde que un día hubo un español que triunfó en ella.