16-04-2011, 00:46
No sé si ya lo han puesto pero este es un articulo de Lobato que me ha gustado muchisimo.
LA POLE. POR ANTONIO LOBATO, el Viernes, 15 de abril de 2011 a las 21:39
Aveces olvidamos lo difícil que es ganar en la Formula 1. Pensamos que estar en un gran equipo como Ferrari lleva implícita la seguridad de lograr el campeonato. No es así, al menos no es tan simple. La historia está llena de excepciones. Desde la victoria de John Surtees en 1964 con la Scuderia hasta el siguiente título rojo de Niki Lauda (1975) pasaron once años. Los laureles del título de Jody Checkter en 1979 se secaron durante 20 largos campeonatos hasta que Michael Schumacher en el 2000 volvió a ventilar la polvorienta sala de trofeos de Ferrari.
Pero no hay que remontarse a la historia para darse cuenta de que de no ser por la mala gestión de Ron Denis en Mclaren en 2007, torpeza que le entregó el título en bandeja de plata a Kimi Räikkönen, Ferrari llevaría ahora seis años sin ganar un solo título. No, Ferrari no puede ganar campeonatos sólo con el escudo, ni con su nombre, ni con su leyenda. Lo que tiene que ganar trabajando más que los demás, consiguiendo mejores ideas que los demás y cometiendo menos errores que el resto.
Nadie duda del esfuerzo que en estos días se debe estar realizando en Maranello para salir de esta situación de zozobra. Sin embargo, el esfuerzo no es suficiente. No en un mundo como éste en el que el nivel de exigencia es sobrehumano y en el que las ideas se miden en milésimas de segundo. Aquí estás condenado a acertar o a perder. A estar en vanguardia o a chupar rueda. No se puede vivir del pasado, ni de la historia, ni de leyendas.
El problema esta vez vuelve a ser Fernando Alonso. Desde mi punto de vista, el único piloto capaz de transformar la realidad, de hacer que lo imposible se convierta en cotidiano y que un coche que es un segundo más lento que el de los rivales luche en carrera contra ellos cara a cara.
El único piloto que estuvo a punto de arrebatarle el título a un rival que en 2010 se clasificó en parrilla por delate de él 17 veces en 19 carreras. Y digo que el problema vuelve a ser Fernando, porque tergiversa la realidad. Nos hace soñar con cosas que en realidad son inalcanzables u hace que nos creamos que un coche medio bueno es un aspirante al título. ¿Qué fue más real el año pasado, los 252 puntos de Fernando o los 144 de Felipe Massa? ¿Su segunda posición en el campeonato o la sexta de su compañero?
Lo del año pasado no es nuevo. Ganar el Mundial en 2005 y 2006 fue también un testarudo y repetido brindis al sol de Alonso. Räikkönen y Schumacher tenían muchas más razones y más ventajas para llevarse esos títulos. La vida de Fernando en la Fórmula 1 ha sido casi siempre así, a contrapelo, nunca un camino fácil. Nada que ver con el campeonato de Jenson Button en 2009, el dominio de Sebastian Vettel en 2010 o los paseos militares de Michael Schumacher en Ferrari.
Los éxitos de Alonso se han fraguado siembre a base de trompicones, obstáculos y sufrimiento. Los títulos llegaron gracias a su obstinada capacidad para adaptarse a la dificultad. Salvo en 2007, nunca tuvo el mejor coche y ese año que lo tenía, curiosamente, le falló todo lo demás.
A veces me paro a pensar y descubro que todo es una gran mentira. La gran mentira de Alonso que nos engaña, nos engatusa, nos oculta la realidad y acostumbra a los equipos por lo que pasa a recurrir a él cuando falla el ingenio. Sí, siempre queda la opción de recurrir a la épica, a las carreras heroicas, a las contrarrelojes de 56 vueltas. Y si el túnel del viento falla, no pasa nada, él se arriesga. El funámbulo Alonso siempre puede caminar un poco más cerca del precipicio.
Y si el coche no se agarra, tampoco hay problema, el mago siempre puede sacar un conejo de una chistera vacía. Y si al final resbala o no aparece el conejo entonces no hay piedad, vaya mago más malo, que torpe el equilibrista…
Fuente: Periódico Marca 15/04/2011
LA POLE. POR ANTONIO LOBATO, el Viernes, 15 de abril de 2011 a las 21:39
Aveces olvidamos lo difícil que es ganar en la Formula 1. Pensamos que estar en un gran equipo como Ferrari lleva implícita la seguridad de lograr el campeonato. No es así, al menos no es tan simple. La historia está llena de excepciones. Desde la victoria de John Surtees en 1964 con la Scuderia hasta el siguiente título rojo de Niki Lauda (1975) pasaron once años. Los laureles del título de Jody Checkter en 1979 se secaron durante 20 largos campeonatos hasta que Michael Schumacher en el 2000 volvió a ventilar la polvorienta sala de trofeos de Ferrari.
Pero no hay que remontarse a la historia para darse cuenta de que de no ser por la mala gestión de Ron Denis en Mclaren en 2007, torpeza que le entregó el título en bandeja de plata a Kimi Räikkönen, Ferrari llevaría ahora seis años sin ganar un solo título. No, Ferrari no puede ganar campeonatos sólo con el escudo, ni con su nombre, ni con su leyenda. Lo que tiene que ganar trabajando más que los demás, consiguiendo mejores ideas que los demás y cometiendo menos errores que el resto.
Nadie duda del esfuerzo que en estos días se debe estar realizando en Maranello para salir de esta situación de zozobra. Sin embargo, el esfuerzo no es suficiente. No en un mundo como éste en el que el nivel de exigencia es sobrehumano y en el que las ideas se miden en milésimas de segundo. Aquí estás condenado a acertar o a perder. A estar en vanguardia o a chupar rueda. No se puede vivir del pasado, ni de la historia, ni de leyendas.
El problema esta vez vuelve a ser Fernando Alonso. Desde mi punto de vista, el único piloto capaz de transformar la realidad, de hacer que lo imposible se convierta en cotidiano y que un coche que es un segundo más lento que el de los rivales luche en carrera contra ellos cara a cara.
El único piloto que estuvo a punto de arrebatarle el título a un rival que en 2010 se clasificó en parrilla por delate de él 17 veces en 19 carreras. Y digo que el problema vuelve a ser Fernando, porque tergiversa la realidad. Nos hace soñar con cosas que en realidad son inalcanzables u hace que nos creamos que un coche medio bueno es un aspirante al título. ¿Qué fue más real el año pasado, los 252 puntos de Fernando o los 144 de Felipe Massa? ¿Su segunda posición en el campeonato o la sexta de su compañero?
Lo del año pasado no es nuevo. Ganar el Mundial en 2005 y 2006 fue también un testarudo y repetido brindis al sol de Alonso. Räikkönen y Schumacher tenían muchas más razones y más ventajas para llevarse esos títulos. La vida de Fernando en la Fórmula 1 ha sido casi siempre así, a contrapelo, nunca un camino fácil. Nada que ver con el campeonato de Jenson Button en 2009, el dominio de Sebastian Vettel en 2010 o los paseos militares de Michael Schumacher en Ferrari.
Los éxitos de Alonso se han fraguado siembre a base de trompicones, obstáculos y sufrimiento. Los títulos llegaron gracias a su obstinada capacidad para adaptarse a la dificultad. Salvo en 2007, nunca tuvo el mejor coche y ese año que lo tenía, curiosamente, le falló todo lo demás.
A veces me paro a pensar y descubro que todo es una gran mentira. La gran mentira de Alonso que nos engaña, nos engatusa, nos oculta la realidad y acostumbra a los equipos por lo que pasa a recurrir a él cuando falla el ingenio. Sí, siempre queda la opción de recurrir a la épica, a las carreras heroicas, a las contrarrelojes de 56 vueltas. Y si el túnel del viento falla, no pasa nada, él se arriesga. El funámbulo Alonso siempre puede caminar un poco más cerca del precipicio.
Y si el coche no se agarra, tampoco hay problema, el mago siempre puede sacar un conejo de una chistera vacía. Y si al final resbala o no aparece el conejo entonces no hay piedad, vaya mago más malo, que torpe el equilibrista…
Fuente: Periódico Marca 15/04/2011