30-08-2016, 16:18
(Este mensaje fue modificado por última vez en: 30-08-2016, 17:10 por grutxenka.)
Recordar ciertos momentos me hace daño, lo confieso.
He perdonado, que no olvidado.
Y aun entendiendo y compartiendo lo que quieres decir, Payo del mio cuore, cuando de emoción y competición fuera de circunstancias externas al momento ese de… ¡O tú o yo! hablas, me gustaría apostillar lo que sería un Ben-hur versus Messala.
Más allá de esa lucha emocionante entre Fer y Lewis, lo que decepciona y desmerece, es la típica escena de dos tíos peleando en situación extremis. Ambos buenos luchadores, hábiles, fuertes, pero que llegado el momento complicado del asunto, uno de ellos echa mano de todo lo que tiene- arena en los ojos, un hacha a mano, o ayuda de terceros- para poder ganar, cuando ve que su fuerza y maña no van a ser suficientes. Y eso desvirtúa el triunfo por completo.
No sé, llámame romántica. Lo cierto es que no me gustan los tramposos ni ventajistas, y no te digo ya los abusones.
Cuando Hamilton hace esas declaraciones hace unos días, sobre lo bueno que sería tener a quien admira con un coche en igualdad para medirse con quien considera uno de los mejores, me pregunto si no sentirá un bochorno interior que lo acompaña desde un día en que maduró, y fue consciente de que los triunfos que se disfrutan son los que se ganan de verdad. Limpiamente y sin ayudas. Me pregunto si no le atormentan los recuerdos de esa grúa humillante que lo devolvió a pista vergonzantemente.
Todos tenemos derecho a poder rectificar aprendiendo de nuestros errores de juventud. Sobre todo si son por egoísmo y egocentrismo mal gestionado (pecados de juventud). Más aún, si los responsables de tu educación y formación ayudaron a ello , y en vez de hacerte un hombre potenciaron lo contrario.
Lo que de verdad le preocupa al Hamilton de bien, es si cuando juegue con sus medallas de oro y les hinque el diente, no resultarán blandas como el chocolate, por muy suizo que sea.
He perdonado, que no olvidado.
Y aun entendiendo y compartiendo lo que quieres decir, Payo del mio cuore, cuando de emoción y competición fuera de circunstancias externas al momento ese de… ¡O tú o yo! hablas, me gustaría apostillar lo que sería un Ben-hur versus Messala.
Más allá de esa lucha emocionante entre Fer y Lewis, lo que decepciona y desmerece, es la típica escena de dos tíos peleando en situación extremis. Ambos buenos luchadores, hábiles, fuertes, pero que llegado el momento complicado del asunto, uno de ellos echa mano de todo lo que tiene- arena en los ojos, un hacha a mano, o ayuda de terceros- para poder ganar, cuando ve que su fuerza y maña no van a ser suficientes. Y eso desvirtúa el triunfo por completo.
No sé, llámame romántica. Lo cierto es que no me gustan los tramposos ni ventajistas, y no te digo ya los abusones.
Cuando Hamilton hace esas declaraciones hace unos días, sobre lo bueno que sería tener a quien admira con un coche en igualdad para medirse con quien considera uno de los mejores, me pregunto si no sentirá un bochorno interior que lo acompaña desde un día en que maduró, y fue consciente de que los triunfos que se disfrutan son los que se ganan de verdad. Limpiamente y sin ayudas. Me pregunto si no le atormentan los recuerdos de esa grúa humillante que lo devolvió a pista vergonzantemente.
Todos tenemos derecho a poder rectificar aprendiendo de nuestros errores de juventud. Sobre todo si son por egoísmo y egocentrismo mal gestionado (pecados de juventud). Más aún, si los responsables de tu educación y formación ayudaron a ello , y en vez de hacerte un hombre potenciaron lo contrario.
Lo que de verdad le preocupa al Hamilton de bien, es si cuando juegue con sus medallas de oro y les hinque el diente, no resultarán blandas como el chocolate, por muy suizo que sea.