02-07-2011, 06:04
Yo estaba en medio de una siesta vespertina allá por el 2003, cuando el sofá empezó a vibrar, me dije: no es el móvil que me lo he dejado por ahí, entre los cojines ¿qués es? ¿guat..... pasa mi?
Al pronto, sentí como se abría la ventana del comedor y una lengua de fuego entraba en mi estancia, no estaba seguro si era el poniente estival en Valencia que quema cual fuego santificado para cauterizar heridas pecadoras de la pradera o el último orujo que me había puesto el cansino del maño, del bar del mismo nombre. Pero algo enturbió mi mente y mi presencia de ánimo cayó siete puntos en la escala Richter. La imagen de Fernando Alonso se proyectaba misteriosamente en el techo de mi comedor y el ventilador de techo hacía que se moviera igual que las aguas de la fuente de Getsemaní cuando tiras una piedra. Entonces una voz parecida a la de mi vecina Gloria me dijo: Dedicarás tu vida a defender el nombre de Fernando Alonso, día y noche; y si no lo hicieras, grandes dolores de agonía te llevarán al estado de Ortega Cano en su tercer día de UVI.
Yo al sentir aquello dije, pues no hay otra... sea; y desde entonces me dedico a ponderar la carrera de Fernando Alonso. Un mandato divino que llevaba hasta ahora en silencio, sin hemoal ni ná.
Al pronto, sentí como se abría la ventana del comedor y una lengua de fuego entraba en mi estancia, no estaba seguro si era el poniente estival en Valencia que quema cual fuego santificado para cauterizar heridas pecadoras de la pradera o el último orujo que me había puesto el cansino del maño, del bar del mismo nombre. Pero algo enturbió mi mente y mi presencia de ánimo cayó siete puntos en la escala Richter. La imagen de Fernando Alonso se proyectaba misteriosamente en el techo de mi comedor y el ventilador de techo hacía que se moviera igual que las aguas de la fuente de Getsemaní cuando tiras una piedra. Entonces una voz parecida a la de mi vecina Gloria me dijo: Dedicarás tu vida a defender el nombre de Fernando Alonso, día y noche; y si no lo hicieras, grandes dolores de agonía te llevarán al estado de Ortega Cano en su tercer día de UVI.
Yo al sentir aquello dije, pues no hay otra... sea; y desde entonces me dedico a ponderar la carrera de Fernando Alonso. Un mandato divino que llevaba hasta ahora en silencio, sin hemoal ni ná.