Alonso rearma Ferrari

[miranda]

Un poco de cotilleo (sé que no debería ir aquí, pero tampoco se dónde ponerlo

La cantante de El sueño de Morfeo vuelve a España con Fernando Alonso y cambia Suiza por Oviedo. Descubre por qué Raquel ya no quiere esconderse y necesita una máquina de coser para ser feliz.


Cuando le pregunto a Raquel del Rosario qué echa de menos de Canarias, desgrana su nostalgia casi sin respirar: “A mis padres; a mi abuelita, el habla, la cerveza Tropical, el Clipper de fresa (que es un refresco imposible de encontrar en la Península), las chocolatinas Tirma, el agua de mi pueblo, Teror (como terror pero con una r), que mi padre recogía en la fuente y tenía un sabor como de piedras, los cocidos de mi abuela, las sardinas, los boquerones, “las viejas” recién pescadas...”.

Raquel tiene hambre, acaba de llegar de Las Palmas y viene directa del aeropuerto sin comer, pero cuando ve los sándwiches encima de la mesa arruga la nariz y declina la oferta porque no soporta las salsas. “Por favor, búscame un sándwich de queso y jamón de york sin nada”, le pide a su representante que se lanza, solícito, a la calle ardiente. Raquel me cuenta que es de gustos sencillos (“lo que más me repone es la tortilla de patatas”) y que tiene ciertas aversiones desde niña: “No puedo comer tomate de ninguna manera y la verdura solo me gusta en puré”.

Luce un moreno extremo (casi caribeño) y viste sencilla, con una camiseta de Pull&Bear y unos vaqueros australianos. Es la cantante y letrista de grupo pop El sueño de Morfeo pero, muy a su pesar, gran parte del público la conoce, sobre todo, por estar casada con el piloto de Fórmula 1 Fernando Alonso. Sin embargo, la vida de Raquel, como su sándwich, no parece ostentosa, y no solo porque su particular magdalena de Proust sea un Clipper de fresa y diga que prefiere irse de merienda que salir de brunch, sino porque es una devota de la costumización y el hazlo tú misma.

Cuando era pequeña, su abuela le hacía la ropa y a ella le encanta coser. Recientemente, ha diseñado su propia colección para la marca asturiana Ewan (“hice todos las muestras en mi máquina de coser”), pero también suele transformar las camisetas masculinas de H&M o las faldas de Zara en “otra cosa”. Lo cuenta en su blog, donde cuelga sus creaciones y sus fans la imitan y le mandan fotos. Raquel tiene 28 años, vive en una vorágine de viajes y dice que el tiempo y la vida se le pasan volando...

¿Qué suele hacer en los aviones?

Duermo. Me suelo llevar un libro y me estudio las revistas de moda de atrás para adelante, pero acabo grogui.

¿Nunca escribe canciones?

Alguna vez, pero en general necesito más intimidad [se detiene un momento, pensativa]. Aunque sí es cierto que a veces en los aviones te puedes aislar como en una burbuja y surgen ideas o ganas de escribir...

¿Poemas?

No, yo soy más de escribir una especie de diario con refl exiones personales. Yo le llamo mi columna de opinión.

¿Y le gusta compartirlas o se las guarda?

Muchas me las guardo, pero algunas me gusta compartirlas con mi gente cercana.

Tengo entendido que ha escrito el 90% de las letras del nuevo disco. ¿Siguen siendo tan románticas como en el anterior?

Sí, pero no tanto. Antes casi siempre caía en hablar del amor o del desamor y en este disco hemos ampliado las temáticas.

¿Por ejemplo?

Hay una canción que se llama “Corazones”, donde hablo de que siempre estamos pendientes de lo exterior cuando por dentro hay mucho sobre lo que trabajar. Hay muchos que ni se lo plantean, pero yo me he preocupado mucho en cuidar esa parte de mí misma y pienso que hay que centrarse en ser mejor persona, en quitarse las malas manías, en cambiar lo que te hace daño para disfrutar de las pequeñas cosas de la vida.

¿Y qué es lo que ha tratado de cambiar de sí misma?

Yo siempre he sido una persona muy solitaria, muy en mi mundo y, de repente, llegó la fama y me quedé un poco descolocada, no solo por mi faceta de cantante, sino por todo lo que pasó después con mi vida personal. Me sentí totalmente expuesta y eso me descentró. Por eso he intentado llevar esta vida, que es la mia con una sonrisa, canalizar toda la agresividad y centrarme en mi público, que son los que al final compran mis discos y acuden a mis conciertos.

¿Llegó a tener mucha agresividad?

Sí, y lo peor es que era una agresividad conmigo misma.

¿Se sintió acosada por los paparazzi?

Hubo una época en que me quejé mucho porque era horrible. Pero, igual que me quejé en su día, tengo que decir que ahora no es así. No sé si es porque hemos generado un sano desinterés o porque hemos sabido protegernos, pero llevamos unos años tranquilos. He asumido que nos van a hacer fotos, eso ya lo sé, pero nadie me acosa. Ahora me vuelvo a vivir a España, en concreto a Asturias, y espero que todo siga igual.

¿Cómo conoció a sus compañeros asturianos de El sueño de Morfeo y decidió dejar Canarias?

Primero conocí a David en Las Palmas, él estaba allí de vacaciones y nos conocimos por un amigo común. David tocaba en un grupo de música celta, les hacía falta una cantante y me fui a probar suerte con ellos. Pensé que al año me iba a volver a casa, pero las cosas fueron bien.

¿Siempre quiso ser cantante?

Más que cantante, lo que tenía claro desde niña es que me iba a dedicar a algo relacionado con el arte. Mi padre es licenciado en Bellas Artes y mis dos hermanos mayores también. En mi casa siempre hubo cuadros, pinceles, esculturas, pinturas, había mucho artisteo y yo siempre dije que quería dedicarme a algo donde pudiera canalizar mi creatividad.

¿Tiene cuadros de su padre y de sus hermanos en casa? Sí, tengo de mi padre y de mi hermano mayor. A mi padre le gusta mucho la iconografía religiosa, pero como yo quería algo moderno le pedí que pintara dos ángeles con sexo, femenino y masculino, enfrente uno del otro y en cuclillas.

¿Quién la enseñó a coser, su madre o su abuela?

Mi abuela fue costurera y nos enseñó a las dos. Cuando era pequeña, mi abuela me hacía toda la ropa y yo la adoraba, así que ella me daba un pedazo de tela y unos cuantos botones y me pasaba una tarde entera cosiendo botones a su lado. Luego me empezó a enseñar cosas más complicadas y me apunté en alguna clase en mi pueblo para aprender a hacer mantelerías.

¿Cómo se comunica con su familia?

Con la Blackberry, no me separo de ella ni un minuto. Yo siempre digo que si algún día me quedo sin el portátil y la Blackberry, no soy nadie. Es como una extensión de mí. Me gusta mucho hacer fotos de lo que hago o de lo que como, y mandárselas a la gente que quiero... y con Fernando, como estamos siempre separados, es como ventanita a la vida del otro.

He visto en su blog que también está experimentando con la fotografía y colecciona fotos corazones...

Empecé con los atardeceres y las formas de nubes. Luego empecé a fotografiar rocas con formas de corazón y ahora los veo en todas partes.

¿Es muy romántica?

¿Se nota? [Risas] A veces me dicen que incluso soy un poco empalagosa, me encantan los álbumes de corazones, las películas románticas, las canciones románticas, los libros...

“Only love is real” es la frase que lleva tatuada en el empeine.

Es el título de un libro de Brian Weiss que se llamó en España “Lazos de amor”, aunque literalmente signifi ca “Solo el amor es real”. El libro es muy importante para mí, pero no habla solo del amor a tu pareja, sino del amor de tus amigos, a tu familia... gente que, como tú, que son perfectos imperfectos. Yo creo que, cuando logras amar a una persona tal y como es, es cuando realmente puedes convivir y ser feliz con ella. La palabra amor va mucho más allá del romanticismo, no se puede banalizar porque es la medicina que necesita el mundo.

¿Le dolió el tatuaje?

No fue nada dramático y hasta me llevé la cámara para hacer fotos del momento. Me lo hice en Asturias, en el mismo estudio que el de la muñeca, que es un signo más, para recordarme cada día que tengo la obligación de ser positiva. Todavía me queda un tatuaje por hacerme con mis hermanos. Lo que pasa es que somos seis y aún no hemos conseguido ponernos de acuerdo en el dibujo. Yo quiero una cosa muy minimalista: seis círculos o una constelación de seis estrellas que nos represente... Pero claro, a mi hermano una estrella le parece algo demasiado femenino, a otro le parece demasiado simple. De todos modos aún tenemos que esperar un año a que la pequeña cumpla 18.