30-10-2018, 17:36
(30-10-2018, 17:15)pedro.esther.fiz escribió:Dos abujeros negros en su cabeza antoñito del yiridû(29-10-2018, 18:17)enrike hu fr escribió:Lobato no dice la verdad,(29-10-2018, 16:18)grutxenka escribió: Hamilton y Alonso, dos agujeros negros
F1
- ANTONIO LOBATO
- 29 OCT. 2018 13:14
Lo primero que me sorprendió de él fue su forma de estrechar la mano. Le conocí en Valencia en 2007 horas antes de que empezase aquella fastuosa presentación de McLaren en la que se tiró la casa por la ventana. Estábamos en esa época, justo antes de la crisis, donde no se reparaba en gastos ni se cuantificaban los despilfarros. Lewis Hamilton me miró a los ojos y apretó mi mano como nunca nadie lo había hecho antes. Fue una demostración de fuerza. Un aquí estoy yo con ganas de todo. En realidad fue una exageración, porque me descolocó algunos huesos de la mano, creo que para demostrarme que podía ser cualquier cosa, pero no un pusilánime. Ese apretón excesivo no había sido proporcional ni con su imagen, ni con su envergadura. Entonces no me di cuenta, pero era un indicio de lo que se escondía detrás.
En esos días, Fernando Alonso estaba feliz. Era su primer año con McLaren, había llegado con dos títulos en la mochila, el coche tenía buena pinta y todos en el equipo confiaban plenamente en él. Fernando era su mejor baza, su gran esperanza para volver a ganar un campeonato del mundo que se les resistía desde 1999. Para el español era un paso más. Algo casi rutinario. Tenía que subirse a un coche, exprimirle hasta la última gota, darlo todo y destrozar a su compañero de equipo como había hecho siempre hasta entonces. "¿Has visto cómo aprieta la mano Lewis? ¡Aún me duelen los dedos!", me decía Fernando partiéndose de risa. Faltaba apenas un minuto para entrar en directo desde la Ciudad de las Artes y las Ciencias donde actuaba en ese momento el Circo del Sol. En el mismo plató, apenas a dos metros, estaba Hamilton. Callado, tímido, observándolo todo, mirándonos curioso con pinta de mosquita muerta.
Duró poco esa imagen retraída. En cuanto comenzó el campeonato el cordero se convirtió en león. Era listo, agresivo, ambicioso, increíblemente rápido y, por encima de todo, era una esponja. Tenía tantas ganas de aprender y lo hacía tan rápido que después de unas pocas carreras Fernando empezó a esconder cartas. Lewis absorbía información de sus telemetrías, clonaba los ajustes de su coche y aunque empezaba los fines de semana por detrás, cuando llegaba el sábado ya estaba a su altura.
Fernando le ganó el pulso al principio, pero Lewis siempre estaba ahí, muy cerca. En la tercera carrera, por delante en parrilla e igualados a puntos en el campeonato; en la cuarta, al frente; después de Estados Unidos, con 10 puntos de ventaja; 14 después de Francia. Era tan grande la tensión, tan desmedido el apoyo del equipo a Lewis, que Fernando se quedó solo. Mónaco, Canadá, Estados Unidos, Hungría, Turquía... No eran carreras, sino batallas libradas dentro de un polvorín en las que todos se equivocaron. McLaren por no detener la masacre, Lewis por no contener su codicia y Alonso por haber infravalorado a su compañero. Fernando me lo confesó meses después en una entrevista no autorizada por McLaren (la tele española también era enemiga) horas antes del descalabro final en Interlagos. Cuando le pregunté si se había equivocado al valorar a Lewis, él bajó la mirada y me contestó con un "sí" seco que denotaba resquemor.
Sus caminos se separaron poco después y ya nunca más se han vuelto a cruzar en el camino. Fernando se fue a Renault, a sufrir dos años de penitencia antes de llegar a Ferrari, que no terminó cuando se vistió de rojo. Bueno, en realidad, el vía crucis ya nunca terminó. Lewis logró su primer campeonato in extremis, en una temporada mediocre y desapareció eclipsado por el dominio de Brawn y de Red Bull. Cansado de esperar, o quizá consciente de lo que se avecinaba, en 2013 dejó McLaren, el equipo que había apostado por él desde que tenía 11 años. Se fue a Mercedes asumiendo el riesgo y demostrando que en este negocio para triunfar no hay que tener corazón, ni fidelidad. Lo que necesitas es cabeza, tomar decisiones en frío y algo de suerte.
La era híbrida le ha llenado a Lewis los bolsillos de títulos y de millones. El hombre que viajaba en Easy Jet tiene ahora su propio avión privado al que hace kilómetros sin dejar apenas que se enfríen sus motores. Vive la vida sin descanso porque en el fondo es un niño al que no le dejaron jugar como al resto. Ríos de tinta han corrido por su piel en una mezcla heterogénea y mística que mezcla religión con fieras salvajes. "Aún me levanto", reza una de las múltiples frases tatuadas en su cuerpo que es una simplificación de uno de sus mantras: "No importa los obstáculos que te encuentres en el camino, pasa por encima de ellos". Y Lewis lo hace. Quizá porque los obstáculos no han sido tan grandes.
Puede que tenga imagen de rapero, costumbres de estrella de cine y sea carne de alfombra roja, pero es indudable que Hamilton es especial. Mucho más maduro, más piloto, menos impulsivo y menos arrogante. Lewis Hamilton es un personaje que él mismo ha creado, pero de forma natural. Veo sus teatrillos y me los creo. Se arrodilla junto al coche y llora cuando éste se rompe. Lo acaricia cuando gana o mira al cielo en éxtasis cuando hace algo excepcional. No finge, porque él es así. Su única debilidad: el aburrimiento. Le hace vulnerable la ausencia de motivación, la falta de retos. Cómo en 2016 cuando Nico Rosbergse llevó el título. Lewis no fue Lewis porque no se creyó a su rival. No estaba a su altura y se relajó. Demasiado fácil, resultaba muy poco atractivo vencerle. Nico lo tuvo claro. Ganó y se marchó porque sabía que eso no iba a suceder otra vez.
Este año el juego volvía otra vez a ser divertido. Con un Ferrari más fuerte, Sebastian Vettel se convirtió en un rival atractivo, motivador. Y claro, Hamilton fue Hamilton. En el duelo de tetracampeones su luz brillante mostró las sombras más oscuras de Sebastian. Es posible que haya acabado con él. Es lo que pasa con los pilotos especiales. Son como agujeros negros que absorben la luz que tienen a su alrededor. Como dice otro de sus tatuajes: "Poderoso más allá de la medida".
Lewis es ahora pentacampeón. Iguala a Juan Manuel Fangio y aunque nunca se lo planteó hasta ahora los siete títulos de Michael Schumacher pueden ser un nuevo reto para él. Qué lejos queda ahora 2007 y aquel apretón de manos. Hoy Hamilton es el jefe y Fernando se irá a final de temporada con el zurrón de títulos mucho más vacío de lo que pensó. Y ahora, uno sigue y el otro se marcha. Y me alegro por Lewis, pero me duele por Fernando. Qué pena que estos dos agujeros negros no se hayan vuelto a encontrar ni a medir sus fuerzas en medio de la galaxia. Qué pena que el destino nos haya robado la posibilidad de haber vivido otra vez ese duelo. Qué pena no saber qué hubiese pasado.
https://www.elmundo.es/deportes/formula-...b4622.html
Ha habido frases que al leerlas eran de un chirrido insoportable....!
abujeros negros ?? lo metafisicome pierde en este caso , un abujero dentro de otro en la misma galaxia , ,?? un abujero negro se lo traga to ,como el negro abujero , ,, tié tomate ,,
A Fernando le hicieron el avión en Maclaren y manipularon en favor de Hamilton, de otra forma habria sido otro compañero más eclipsado por Fernando...
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