09-09-2011, 06:44
Calor, velocidad y tifosi
El circuito de Monza ofrece un cóctel ideal para que el asturiano Fernando Alonso logre su segunda victoria del año
05:17
ÁLVARO FAES Todos los italianos trabajan para Ferrari. O eso dicen en las noches de los veranos mediterráneos. Lo del Cavallino lo ven glamuroso, un orgullo que refuerza la marca del país, que une, no como el fútbol y su guerra de escudos. El próximo domingo, al pie del podio de Monza, haya ganado o no un piloto de rojo, miles de tifosi habrán invadido la pista. Y serán tipos del Inter, de la Juve, el Milán? de la Reggina, incluso; o antifutboleros convencidos. El nexo será un caballo negro sobre fondo amarillo, la escarapela que tantos disgustos les está dando este año ahora que un coche con alas es más rápido que el suyo por mucho que hayan puesto a cabalgarlo a un jinete español de solvencia probada. La obligación es mayor para Fernando Alonso cuando el año está prácticamente cerrado a favor del alemán Vettel. Fue el asturiano quien llegó el año pasado a la Scuderia para ganar en el templo de la velocidad y recoger el relevo de Schumacher en 2006, el último que lo había logrado para Ferrari.
Dicen las previsiones que hará calor este fin de semana. Por fin una buena circunstancia para Ferrari, aunque las dudas ya son muchas en torno a la Scuderia, lastrada esta temporada frente a Red Bull. Los coches energéticos vienen con ganas de revancha, igual que McLaren, porque el único fin de semana victorioso de los rossos fue en Silverstone, a tiro de piedra de sus fábricas en Milton Keynes y Woking. «Las sospechas de la menor potencia del motor Renault van a quedar despejadas aquí», avisa el director de Red Bull, Christian Horner.
Monza obliga a correr. El freno es casi un adorno en esta pista, donde se pasa tres cuartas partes de la vuelta con el pie a fondo y apenas media docena de curvas se interponen entre el piloto y la sensación de máxima velocidad.
No es mal circuito para el Ferrari porque la exigencia aerodinámica apenas existe. Acelerón y fuerte frenada, una y otra vez, para delirio de los miles de tifosi. «Todos los fines de semana damos el cien por cien, pero aquí nos entregamos un poco más», dice Alonso. «Los mecánicos, la gente de la Scuderia, tienen a sus familias en la tribuna, a conocidos en el paddock y eso les hace sacar un esfuerzo extra, poner especial cuidado en que todo salga bien. Yo también los siento así e intentaré que el fin de semana salga perfecto», explica el asturiano.
En el motorhome de Ferrari, merienda a base de delicias norteñas de Italia, con cortador de jamón (de Parma) incluido. Andaban felices todos los italianos del paddock. Pilotos como Liuzzi, que lucía casco nuevo, y la fauna de trabajadores transalpinos que mora en el teatro itinerante de las carreras de coches. Más ajeno estaba Jarno Trulli. «Soy de Abruzzo, del centro de Italia, no del Norte. Es agradable estar aquí, pero no siento nada especial».
Sobrevive el veterano Trulli, experto coleccionista de vinos, en un mundo dominado por Ferrari. «A veces son una especie de tapón para los pilotos italianos. Tienen tanto peso en el país que la presión es enorme. Mucha gente no sabe de Fórmula 1 pero sí conoce los coches rojos. Yo no tengo problemas. Llevo muchos años en esto y aunque no he pilotado para ellos he construido mi propia carrera», dice.
Sin querer, a Alonso se le va la cabeza hacia la temporada que viene. Entre los actos de ayer, Ferrari estrenó mascota, un elefante rojo con visera de piloto al que llaman «Nello», por la fábrica de Maranello, allí donde ahora se perfila también el coche del año próximo.
«Nunca puedes estar seguro de que todo saldrá perfecto. Se trabaja para conseguirlo pero cuando en febrero pones el coche en una pista, siempre encuentras sorpresas agradables y alguna decepción», reflexiona Alonso, que frenaba así a su director, citado el otro día en un medio italiano con un optimismo extremo. «Éste será nuestro último año malo. Puede sonar a locura pero creo que estamos construyendo una estructura imbatible», dijo Stefano Domenicali sobre los progresos con el siguiente monoplaza y la nueva organización del equipo.
Lo que importa ahora es salir de Italia, la última estación europea del Mundial, con una sonrisa, sin necesidad de mirar a una clasificación general que no trae muy buenas noticias. Así lo ve Alonso: «Queremos ganar carreras, que nadie lo dude, pero sabemos que no hemos sido muy fuertes en las últimas dos o tres carreras y que no traemos demasiadas novedades en el coche. Las cosas estarán parecidas, pero haremos un esfuerzo extra para hacer felices a nuestros seguidores».
LNE
El circuito de Monza ofrece un cóctel ideal para que el asturiano Fernando Alonso logre su segunda victoria del año
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ÁLVARO FAES Todos los italianos trabajan para Ferrari. O eso dicen en las noches de los veranos mediterráneos. Lo del Cavallino lo ven glamuroso, un orgullo que refuerza la marca del país, que une, no como el fútbol y su guerra de escudos. El próximo domingo, al pie del podio de Monza, haya ganado o no un piloto de rojo, miles de tifosi habrán invadido la pista. Y serán tipos del Inter, de la Juve, el Milán? de la Reggina, incluso; o antifutboleros convencidos. El nexo será un caballo negro sobre fondo amarillo, la escarapela que tantos disgustos les está dando este año ahora que un coche con alas es más rápido que el suyo por mucho que hayan puesto a cabalgarlo a un jinete español de solvencia probada. La obligación es mayor para Fernando Alonso cuando el año está prácticamente cerrado a favor del alemán Vettel. Fue el asturiano quien llegó el año pasado a la Scuderia para ganar en el templo de la velocidad y recoger el relevo de Schumacher en 2006, el último que lo había logrado para Ferrari.
Dicen las previsiones que hará calor este fin de semana. Por fin una buena circunstancia para Ferrari, aunque las dudas ya son muchas en torno a la Scuderia, lastrada esta temporada frente a Red Bull. Los coches energéticos vienen con ganas de revancha, igual que McLaren, porque el único fin de semana victorioso de los rossos fue en Silverstone, a tiro de piedra de sus fábricas en Milton Keynes y Woking. «Las sospechas de la menor potencia del motor Renault van a quedar despejadas aquí», avisa el director de Red Bull, Christian Horner.
Monza obliga a correr. El freno es casi un adorno en esta pista, donde se pasa tres cuartas partes de la vuelta con el pie a fondo y apenas media docena de curvas se interponen entre el piloto y la sensación de máxima velocidad.
No es mal circuito para el Ferrari porque la exigencia aerodinámica apenas existe. Acelerón y fuerte frenada, una y otra vez, para delirio de los miles de tifosi. «Todos los fines de semana damos el cien por cien, pero aquí nos entregamos un poco más», dice Alonso. «Los mecánicos, la gente de la Scuderia, tienen a sus familias en la tribuna, a conocidos en el paddock y eso les hace sacar un esfuerzo extra, poner especial cuidado en que todo salga bien. Yo también los siento así e intentaré que el fin de semana salga perfecto», explica el asturiano.
En el motorhome de Ferrari, merienda a base de delicias norteñas de Italia, con cortador de jamón (de Parma) incluido. Andaban felices todos los italianos del paddock. Pilotos como Liuzzi, que lucía casco nuevo, y la fauna de trabajadores transalpinos que mora en el teatro itinerante de las carreras de coches. Más ajeno estaba Jarno Trulli. «Soy de Abruzzo, del centro de Italia, no del Norte. Es agradable estar aquí, pero no siento nada especial».
Sobrevive el veterano Trulli, experto coleccionista de vinos, en un mundo dominado por Ferrari. «A veces son una especie de tapón para los pilotos italianos. Tienen tanto peso en el país que la presión es enorme. Mucha gente no sabe de Fórmula 1 pero sí conoce los coches rojos. Yo no tengo problemas. Llevo muchos años en esto y aunque no he pilotado para ellos he construido mi propia carrera», dice.
Sin querer, a Alonso se le va la cabeza hacia la temporada que viene. Entre los actos de ayer, Ferrari estrenó mascota, un elefante rojo con visera de piloto al que llaman «Nello», por la fábrica de Maranello, allí donde ahora se perfila también el coche del año próximo.
«Nunca puedes estar seguro de que todo saldrá perfecto. Se trabaja para conseguirlo pero cuando en febrero pones el coche en una pista, siempre encuentras sorpresas agradables y alguna decepción», reflexiona Alonso, que frenaba así a su director, citado el otro día en un medio italiano con un optimismo extremo. «Éste será nuestro último año malo. Puede sonar a locura pero creo que estamos construyendo una estructura imbatible», dijo Stefano Domenicali sobre los progresos con el siguiente monoplaza y la nueva organización del equipo.
Lo que importa ahora es salir de Italia, la última estación europea del Mundial, con una sonrisa, sin necesidad de mirar a una clasificación general que no trae muy buenas noticias. Así lo ve Alonso: «Queremos ganar carreras, que nadie lo dude, pero sabemos que no hemos sido muy fuertes en las últimas dos o tres carreras y que no traemos demasiadas novedades en el coche. Las cosas estarán parecidas, pero haremos un esfuerzo extra para hacer felices a nuestros seguidores».
LNE
" creo que he pasado toda mi vida, los nueve últimos años de mi carrera en la Fórmula 1 preparándome para este momento, para estar listo. Al fin ha llegado." Fernando Alonso (30/09/09)