24-07-2012, 18:58
As if to nothing [Hockenheim]
Llevo tiempo mostrándome algo reventón y errático, lo sé. Fue ver ganar a Fernando en Valencia y sentir que las campanas comenzaban a tañir por mí, que mi tiempo aquí estaba tocando a su fin ahora que este blog está a punto de cumplir sus cinco años de vida, de manera que tengo que buscar fuerzas donde no las tengo para ponerme a escribir cuando antes todo resultaba tan fácil, y total porque los adalides de la gomina y los caminos fáciles nos lo han puesto tan difícil que en vez de casco de kevlar sobre la cabeza, toca ponerse las viejas orejeras de cuero y tirar para adelante sin hacer caso a nada más, como los soviéticos en la defensa de Stalingrado cuando corrían bajo el zumbido de las balas nazis sabiendo que detrás les esperaban las de los amigos que no admitían rendiciones ni vueltas atrás.
Pero esto va de F1 y no voy a perder la oportunidad de ciscarme en el mundo que nos rodea, porque yer tarde, en un Hochenheim al servicio de las cámaras, capado en su bosque y en su épica, estaba cantado que el DRS no iba a servir de nada, que las Pirelli iban a queda en nada porque todo quisque ha empezado a comprender que están al servicio de un espectáculo huero y estúpido que hace tiempo que ha vuelto la espalda a sus raíces, y que por tanto navega hacia la nada más absoluta. En la que estaba cantado, además, que los viejos modelos iba a naufragar frente a la única idea fresca que nos ha dado este año…
De manera que el Nano zarpaba primero para llegar primero en una carrera en la que sobraba todo menos esa sombra roja que algunos dijeron a comienzos de temporada que debía ser sustituída para concentrar las fuerzas de La Scuderia en el vehículo del año que viene, conducida por el tipo que más porquería ha cosechado por centímetro cuadrado, por el simple hecho, además ineludible, de que hoy por hoy es el mejor piloto del mundo, capaz de sacar astillas de juguetes rotos, y de volar bajo con una herramienta que gana quintales cada carrera que pasa.
Webber desaparecía en combate desde el mismo sábado, pagando así, con su patética escenificación de lo que significan el yugo y la servidumbre, la victoria obtenida en Silverstone y su renovación con una Red Bull que sigue viendo en Sebastian Vettel su primer piloto a pesar de que vaya detrás del segundo y siga cometiendo errores infantiles. McLaren sigue sin responder adecuadamente, aunque se atisba en el horizonte como el enemigo que disputará a Ferrari lo que queda de temporada gracias al encomiable trabajo de un Jenson Button que presentó sus credenciales hasta que las Pirelli de su coche dijeron aquello de ¡basta!
Lotus firmada por Kimi Raikkonen, aunque la FIA desmereciera con su lentitud en la toma de decisiones el podio que el finlandés se había ganado a pulso, y Mercedes AMG en modo Kaiser… Algo de Sauber por aquí, algo de Sahara Force India por allá, Williams que ha perdido el norte mientras intuyo que echa de menos a Rubens Barrichello, y Felipe dejando que Fernando se labre solito el camino de ganar para Ferrari el título de marcas.
Lo pasé bien, pero no disfruté, porque todo o casi todo resultaba predecible, incluso la estúpida manera que tuvo Sebastian de tirar por el retrete sus opciones para posicionarse como alternativa a nuestro bicampeón del mundo, en una sesión, que como nadie lo remedie, va a pintar en rosso de aquí a que termine todo.
Por fortuna quedaba Lewis en pista. Herido de muerte en las primeras vueltas, fue decisivo para que Jenson pillara al niño de Red Bull y lo superara antes de que el de Heppenheim y su muro decidieran pegarse un tiro en el pie con tal de demostrar quien manda en Red Bull. Cada día que pasa me gusta más el tipo aquél con quien firmé las paces en 2010, un Hamilton que ayer no se mereció besar la cara más amarga de la fortuna, pero que estoy seguro de que sabrá reponerse para demostrar una vez más que tras Fernando, es, y de lejos, el segundo mejor piloto en activo, un pura sangre que como el asturiano, no se merece la F1 que le ha tocado en suerte vivir.
Como colofón de la tarta, un podio ****** en el que faltaba un Kimi que seguramente estaría agradeciendo el desaire de la FIA entre bambalinas, y en el que como maestro de ceremonias aparecía un Niki Lauda que parecía incluso simpático, y en el que por poner un pero, se lo pondría a Fernando por no recordar, o por no querer recordar, que quien ahora le alaba en público y sujetaba el micrófono, le llamó perro en 2007 y merecía ayer un sonoro ¡guau! como respuesta a sus preguntas, porque nada ha cambiado, aunque en el fondo haya cambiado todo.
As if to nothing… Nos vemos en Hungría.
El Infierno Verde.
Llevo tiempo mostrándome algo reventón y errático, lo sé. Fue ver ganar a Fernando en Valencia y sentir que las campanas comenzaban a tañir por mí, que mi tiempo aquí estaba tocando a su fin ahora que este blog está a punto de cumplir sus cinco años de vida, de manera que tengo que buscar fuerzas donde no las tengo para ponerme a escribir cuando antes todo resultaba tan fácil, y total porque los adalides de la gomina y los caminos fáciles nos lo han puesto tan difícil que en vez de casco de kevlar sobre la cabeza, toca ponerse las viejas orejeras de cuero y tirar para adelante sin hacer caso a nada más, como los soviéticos en la defensa de Stalingrado cuando corrían bajo el zumbido de las balas nazis sabiendo que detrás les esperaban las de los amigos que no admitían rendiciones ni vueltas atrás.
Pero esto va de F1 y no voy a perder la oportunidad de ciscarme en el mundo que nos rodea, porque yer tarde, en un Hochenheim al servicio de las cámaras, capado en su bosque y en su épica, estaba cantado que el DRS no iba a servir de nada, que las Pirelli iban a queda en nada porque todo quisque ha empezado a comprender que están al servicio de un espectáculo huero y estúpido que hace tiempo que ha vuelto la espalda a sus raíces, y que por tanto navega hacia la nada más absoluta. En la que estaba cantado, además, que los viejos modelos iba a naufragar frente a la única idea fresca que nos ha dado este año…
De manera que el Nano zarpaba primero para llegar primero en una carrera en la que sobraba todo menos esa sombra roja que algunos dijeron a comienzos de temporada que debía ser sustituída para concentrar las fuerzas de La Scuderia en el vehículo del año que viene, conducida por el tipo que más porquería ha cosechado por centímetro cuadrado, por el simple hecho, además ineludible, de que hoy por hoy es el mejor piloto del mundo, capaz de sacar astillas de juguetes rotos, y de volar bajo con una herramienta que gana quintales cada carrera que pasa.
Webber desaparecía en combate desde el mismo sábado, pagando así, con su patética escenificación de lo que significan el yugo y la servidumbre, la victoria obtenida en Silverstone y su renovación con una Red Bull que sigue viendo en Sebastian Vettel su primer piloto a pesar de que vaya detrás del segundo y siga cometiendo errores infantiles. McLaren sigue sin responder adecuadamente, aunque se atisba en el horizonte como el enemigo que disputará a Ferrari lo que queda de temporada gracias al encomiable trabajo de un Jenson Button que presentó sus credenciales hasta que las Pirelli de su coche dijeron aquello de ¡basta!
Lotus firmada por Kimi Raikkonen, aunque la FIA desmereciera con su lentitud en la toma de decisiones el podio que el finlandés se había ganado a pulso, y Mercedes AMG en modo Kaiser… Algo de Sauber por aquí, algo de Sahara Force India por allá, Williams que ha perdido el norte mientras intuyo que echa de menos a Rubens Barrichello, y Felipe dejando que Fernando se labre solito el camino de ganar para Ferrari el título de marcas.
Lo pasé bien, pero no disfruté, porque todo o casi todo resultaba predecible, incluso la estúpida manera que tuvo Sebastian de tirar por el retrete sus opciones para posicionarse como alternativa a nuestro bicampeón del mundo, en una sesión, que como nadie lo remedie, va a pintar en rosso de aquí a que termine todo.
Por fortuna quedaba Lewis en pista. Herido de muerte en las primeras vueltas, fue decisivo para que Jenson pillara al niño de Red Bull y lo superara antes de que el de Heppenheim y su muro decidieran pegarse un tiro en el pie con tal de demostrar quien manda en Red Bull. Cada día que pasa me gusta más el tipo aquél con quien firmé las paces en 2010, un Hamilton que ayer no se mereció besar la cara más amarga de la fortuna, pero que estoy seguro de que sabrá reponerse para demostrar una vez más que tras Fernando, es, y de lejos, el segundo mejor piloto en activo, un pura sangre que como el asturiano, no se merece la F1 que le ha tocado en suerte vivir.
Como colofón de la tarta, un podio ****** en el que faltaba un Kimi que seguramente estaría agradeciendo el desaire de la FIA entre bambalinas, y en el que como maestro de ceremonias aparecía un Niki Lauda que parecía incluso simpático, y en el que por poner un pero, se lo pondría a Fernando por no recordar, o por no querer recordar, que quien ahora le alaba en público y sujetaba el micrófono, le llamó perro en 2007 y merecía ayer un sonoro ¡guau! como respuesta a sus preguntas, porque nada ha cambiado, aunque en el fondo haya cambiado todo.
As if to nothing… Nos vemos en Hungría.
El Infierno Verde.