27-09-2012, 17:21
Bienvenidos al purgatorio
Parece que fue ayer, pero la película de iluminar ciudades en el culo del mundo para que en la vieja sede de las raíces sexagenarias de lo nuestro, los aficionados que ven cómo sus árboles más viejos caen a puñados puedan disfrutar de las carreras a la hora de mayor audiencia, tiene ya sus añitos.
Nació como una propuesta sencilla que pretendía sentar cátedra, o incluso extenderse como una plaga para mayor gloria de Bernie Ecclestone y el consabido espectáculo. Consistía en iluminar medio mundo a la hora de la cena para que el otro medio, durante el almuerzo, paladeara las bendiciones de nuestro deporte riéndole las gracias a los patrocinadores. El lugar elegido: Marina Bay, en Singapur.
Como venía diciendo, el asunto estaba bien sobre el papel pero se ve que no ha cuajado porque cuatro años después nadie ha recogido el testigo. Se intentó, pero no hubo manera. Melbourne al atardecer era un contradiós para los pilotos, como Malasia y China en medio de los monzones, o si nos ponemos, como Shakyr en mitad del desierto o Corea en su inauguración bajo la sombra de una ciudad que no se construirá nunca… Además, en iluminar un circuito como Marina Bay se gasta lo que no está escrito, y a la larga se producen contratiempos proponiendo este tipo de tonterías a la vez que se alumbran ideas como hacer el pino sobre un tsunami con lo de las carreras de coches eléctricos o la reducción de costes, para relanzarlos y amplificarlos y engorilarlos como hacen los rescates económicos con los países que han sido elegidos por la troika de los cogieron para sus experimentos en pos de un mundo nuevo.
En fin, a lo que iba, que el circuito está razonablemente bien incluso sin necesidad de arriesgarse a petar un par de centrales eléctricas para que se vea correr a los coches. Ratonero, exigente para los bólidos y conductores, tiene su aquél, para qué voy a negarlo si me encandilaba Valencia Street Circuit sin necesidad de que Fernando se pusiera en plan piloto de caza llevando su Fulcrum a ras de suelo mientras señalaba Zulu Golf aquí, Zulu Golf allá, para que los misiles o las ametralladoras de su avión hicieran añicos a sus rivales. Por si fuera poco, Singapur es una ciudad bonita para los tiempos modernos, a la que desmerece en mi opinión, tanta lucecita.
Aquel año, si mal no recuerdo, hicimos la broma sobre si Nelsinho se había estrellado para que saliera el Safety Car brindándole el triunfo a su compañero de equipo, y soñamos brevemente con que Pat Symond, que no daba una evitando sacar a Fernando lejos del tráfico, había dado en el clavo por una maldita vez mientras esperaba la carta que todo coronel anhela infructuosamente porque no tiene quien le escriba. Acertamos, cómo no íbamos a acertar.
Emulando a Gonzalo Serrano, diré que Singapur es F1 en estado puro. Un circuito que en realidad no dice nada y que se acepta porque toca aceptarlo. Un trazado que ni gana ni pierde con farolas o iluminado por el sol del Pacífico porque es urbano, como Detroit, por ejemplo. Una cita como hay varias en el calendario, que hacen número y que serán olvidadas hasta el año que viene si no ocurre nada especial en sus entrañas, porque carece de aroma propio, de feeling que dicen los que no peinan canas, que no se parece, en definitiva, ni a Spa, ni a Mónaco ni a Monza. Un sitio más donde no cabe la épica y sí algún que otro meneo…
Pero está bien, de verdad que pienso que están bien Singapur y hacer experimentos y perseguir quimeras aunque nuestro monarca haya dicho recientemente que no es el momento adecuado. Así que para este domingo pediré permiso antes de divertirme pensando, a la hora de la comida, en que las ideas que han parido para 2014 Jean, Bernie y su tropa, yacerán en 2016 en el purgatorio de las grandilocuencias que no encuentran eco ni proyección en el tiempo, mientras Magny-Cours, Donington, Paul Ricard y algún circuito más que seguro me dejo en el tintero, languidecen tras ser apartados de este mundo de película que busca el espectáculo lejos de los monoplazas y los hombres que los conducen, haciendo correr a unos y otros sobre las aguas si es necesario, o iluminando la noche para que no se note lo feo que es el hormigón armado.
F1 en estado puro, ¿a que sí?
Diariomotor
Parece que fue ayer, pero la película de iluminar ciudades en el culo del mundo para que en la vieja sede de las raíces sexagenarias de lo nuestro, los aficionados que ven cómo sus árboles más viejos caen a puñados puedan disfrutar de las carreras a la hora de mayor audiencia, tiene ya sus añitos.
Nació como una propuesta sencilla que pretendía sentar cátedra, o incluso extenderse como una plaga para mayor gloria de Bernie Ecclestone y el consabido espectáculo. Consistía en iluminar medio mundo a la hora de la cena para que el otro medio, durante el almuerzo, paladeara las bendiciones de nuestro deporte riéndole las gracias a los patrocinadores. El lugar elegido: Marina Bay, en Singapur.
Como venía diciendo, el asunto estaba bien sobre el papel pero se ve que no ha cuajado porque cuatro años después nadie ha recogido el testigo. Se intentó, pero no hubo manera. Melbourne al atardecer era un contradiós para los pilotos, como Malasia y China en medio de los monzones, o si nos ponemos, como Shakyr en mitad del desierto o Corea en su inauguración bajo la sombra de una ciudad que no se construirá nunca… Además, en iluminar un circuito como Marina Bay se gasta lo que no está escrito, y a la larga se producen contratiempos proponiendo este tipo de tonterías a la vez que se alumbran ideas como hacer el pino sobre un tsunami con lo de las carreras de coches eléctricos o la reducción de costes, para relanzarlos y amplificarlos y engorilarlos como hacen los rescates económicos con los países que han sido elegidos por la troika de los cogieron para sus experimentos en pos de un mundo nuevo.
En fin, a lo que iba, que el circuito está razonablemente bien incluso sin necesidad de arriesgarse a petar un par de centrales eléctricas para que se vea correr a los coches. Ratonero, exigente para los bólidos y conductores, tiene su aquél, para qué voy a negarlo si me encandilaba Valencia Street Circuit sin necesidad de que Fernando se pusiera en plan piloto de caza llevando su Fulcrum a ras de suelo mientras señalaba Zulu Golf aquí, Zulu Golf allá, para que los misiles o las ametralladoras de su avión hicieran añicos a sus rivales. Por si fuera poco, Singapur es una ciudad bonita para los tiempos modernos, a la que desmerece en mi opinión, tanta lucecita.
Aquel año, si mal no recuerdo, hicimos la broma sobre si Nelsinho se había estrellado para que saliera el Safety Car brindándole el triunfo a su compañero de equipo, y soñamos brevemente con que Pat Symond, que no daba una evitando sacar a Fernando lejos del tráfico, había dado en el clavo por una maldita vez mientras esperaba la carta que todo coronel anhela infructuosamente porque no tiene quien le escriba. Acertamos, cómo no íbamos a acertar.
Emulando a Gonzalo Serrano, diré que Singapur es F1 en estado puro. Un circuito que en realidad no dice nada y que se acepta porque toca aceptarlo. Un trazado que ni gana ni pierde con farolas o iluminado por el sol del Pacífico porque es urbano, como Detroit, por ejemplo. Una cita como hay varias en el calendario, que hacen número y que serán olvidadas hasta el año que viene si no ocurre nada especial en sus entrañas, porque carece de aroma propio, de feeling que dicen los que no peinan canas, que no se parece, en definitiva, ni a Spa, ni a Mónaco ni a Monza. Un sitio más donde no cabe la épica y sí algún que otro meneo…
Pero está bien, de verdad que pienso que están bien Singapur y hacer experimentos y perseguir quimeras aunque nuestro monarca haya dicho recientemente que no es el momento adecuado. Así que para este domingo pediré permiso antes de divertirme pensando, a la hora de la comida, en que las ideas que han parido para 2014 Jean, Bernie y su tropa, yacerán en 2016 en el purgatorio de las grandilocuencias que no encuentran eco ni proyección en el tiempo, mientras Magny-Cours, Donington, Paul Ricard y algún circuito más que seguro me dejo en el tintero, languidecen tras ser apartados de este mundo de película que busca el espectáculo lejos de los monoplazas y los hombres que los conducen, haciendo correr a unos y otros sobre las aguas si es necesario, o iluminando la noche para que no se note lo feo que es el hormigón armado.
F1 en estado puro, ¿a que sí?
Diariomotor