El líder se rearma
Relajado, confiado y comprometido, Fernando Alonso refuerza su posición dominante en Ferrari y se lanza de nuevo a por su tercer Mundial
Fuente: LNE
ÁLVARO FAES Mediodía en Madonna di Campiglio, paraíso dolomítico del esquí y segunda casa de Ferrari. Todos los inviernos desde hace veintiún años se entregan allí a la nieve antes de desenvainar la espada para la batalla de la Fórmula 1. Pura tradición. Es la hora del almuerzo en el Chalet Fiat, templo de la pasta a 2.100 metros. El sol, bajo, muy débil en pleno enero, apenas se las arregla para subir la temperatura hasta un par de grados bajo cero. En la terraza del restaurante, la tropa de la escudería recupera fuerzas mientras se entregan los premios a los periodistas que han participado en la competición de eslalon.
Fernando Alonso salta entre las mesas y pregunta uno por uno cómo les ha ido pasando puertas.
«Cuarenta y tres segundos y medio», responde un reportero.
«¿Tanto? ¿Por qué? Yo bajé en treinta y seis», contraataca con cierta satisfacción.
En la región de Trentino, entre los Dolomitas de Brenta y los glaciares de Adamello y Presanella surge Madonna di Campiglio (1.550 metros), un pueblo alpino de postal, paraíso de montaña entre profundos e inmensos abetales. Presumen allí de sus 100 años como destino de esquí. Y repiten a la mínima ocasión que la emperatriz Sissi lo convirtió en su destino preferido cuando decidía huir por un tiempo de la ahogadiza Viena.
Nobles y burgueses descubrieron que la nieve podía tener una vertiente lúdica y pusieron la primera piedra de lo que hoy es una de las estaciones de esquí con más glamour del mundo. Con suerte, el visitante puede toparse en las pistas con George Clooney, Paris Hilton o Noemi Campbell, algunas de las celebrities que se han dejado caer por allí últimamente para dar un toque cool a sus vacaciones.
No es raro que Ferrari haya escogido el lugar para su puesta de largo de todos los inviernos. Sus pilotos, y también los de Ducati, inician el año con una convivencia muy lejana al estrés que les espera en los circuitos. Se llama Wrooom y hace una semana que cerró su 21ª edición.
Fernando Alonso está contento porque no lo ha hecho nada mal con los esquíes. Le han ganado los que esperaba. Nadie más.
El asturiano no luce el mejor estilo pero baja realmente rápido. No es esquiador veterano y poco pudo hacer contra los italianos Luca Badoer y Giancarlo Fisichella, dos de los pilotos reserva. Fue lo único que no ganó en la semana alpina. En las dos carreras de coches sobre el hielo arrasó. No era más que una exhibición, pero tal parecía que hubiera pasado un mes entrenándose. Venció también en otro terreno, mucho más intangible: el liderazgo.
Fueron días para relajarse. Noches de cenas suculentas, póquer y brindis junto a la chimenea. El momento ideal para rearmarse, reunir fuerzas ante un Mundial que se presenta eterno (20 carreras por primera vez) y fortalecer su posición dominante en el equipo. La confirmación de que todo lo que se ganó en la pista durante un año no caerá así como así en el olvido. Relajado, confiado, y comprometido como siempre, reúne ahora fuerzas para lanzarse de nuevo a por su tercer Mundial, el que se la ha escurrido de entre las manos ya dos veces.
Respetuoso con la casa, Alonso dijo que se reconocía como líder, pero en ningún caso «el líder». No es cierto. Es posible que él mismo evite colgarse la etiqueta pero esos galones se lucen por actitudes y no por proclamación.
La semana blanca comenzó con una fuerte amenaza. Junto a Ferrari, acude a Madonna di Campiglio el equipo Ducati del Mundial de motos. No son tan grandes como Yamaha y Honda pero sí tienen al más grande: han fichado al campeonísimo Rossi. Vale cautivó de entrada en Madonna di Campiglio. Fue un imán para fotos y abrazos robados, como Alonso hace un año.
Pero después no lució en público su famoso carácter divertido y campechano. Arropado por media docena de amigos, -tatuajes, gorras y cadenas-, se escaqueó todo lo que pudo y solo al final accedió a participar en la carrera de karting y luego con el Fiat 500 sobre el lago helado de Madonna di Campiglio.
Alonso reafirmó toda la semana la gran integración que ya demostró en el Mundial. Tímido, de los que prefiere observar y después actuar, en su primer año en la nieve encontró refugio en el grupo de periodistas españoles, a los que conoce bien de tantos años rodando por el mundo.
Esta vez fue diferente. En los Dolomitas no había ingenieros ni mecánicos, un cuerpo que ya se ganó durante el Mundial, con gestos como el manuscrito que les repartió en Mónaco después de estrellar el Ferrari y arruinar el fin de semana. A mano, preparó una docena de copias de una sencilla nota que les llegó al corazón. Les agradecía el trabajo, pedía perdón y prometía pelear a muerte por el título. Así fue.
Lo remató después de Monza, cuando se fue directo a Maranello para conocer el departamento donde fabrican las pistolas que aflojan las tuercas en el cambio de neumáticos. Había ganado en Italia gracias a una sustitución de gomas frenética y quería felicitar a los muchachos.
Los que estaban en la nieve eran personal de marketing, prensa, publicidad y relaciones públicas. Y a esos también Alonso los tiene en el bolsillo.
Había en el Wrooom unos 250 invitados y trabajaban 160 personas, una proporción escandalosa que puede explicar el nivel de perfeccionismo que exige Ferrari para su semana de nieve.
Organiza el gigante Marlboro, patrocinador silencioso (no puede por ley aparecer su marca en ningún lugar) de la escudería y también de Ducati. Agradecen en Madonna la presencia del Wrooom. Publicidad impagable para la zona, que con el tirón de Alonso empieza a recibir con asiduidad turistas españoles, todavía rara avis por aquellas montañas.
Hace unos años que Maurizio Arrivabene, la cabeza de Marlboro (Phillip Morris) en Europa, consiguió del Ayuntamiento un buen pellizco para financiar la fiesta. Él, que fue jefe de prensa de la estación de esquí algunos lustros atrás, sabía que no podía seguir regalando una publicidad con más repercusión que cualquier campaña mundial. Ofertas no le faltaban para llevarse la música del Wrooom a otra parte. Pujó con mucha fuerza la exclusivísima, refinadísima y suiza Sant Moritz pero la fiesta se mantuvo donde siempre debió estar.
La semana blanca de Ferrari podría ser el único lugar con más de veinte personas donde Alonso, amante del cara a cara y las distancias cortas, se encuentra relajado. Conoce a todos de las carreras y, mire hacia donde mire, encuentra rostros conocidos. Ya sabe del bullicio y la alegría que llevan los brasileños a un lugar donde subir de cero grados suena a milagro; de cómo los españoles se contagian de la juerga; del saber estar y la serenidad italiana y de la distancia de los siempre recelosos ingleses. Claro que a la casa de invierno de Ferrari no acudió ninguno de los que le acosaron tras el Gran Premio de Alemania y aquellas polémicas órdenes de equipo. Ninguno de los que le acusaba domingo tras domingo de ser un potencial campeón tramposo y sin méritos, no más de una decena en cualquier caso, se asomó este año por Madonna di Campiglio.
Allí Rossi no fue fiel a su personaje, mientras Alonso se comportó más bien como Fernando. Un muchacho hogareño que reclama atención con sus trucos de magia. En la fiesta de la discoteca Zangola, desmelene controlado la última noche, el genial imitador del rapero Eminem, en realidad el entrañable Nigel, veterano encargado de protocolo de la escudería, terminada su actuación pidió la presencia del mago. Apareció Fernando Alonso con sus naipes y comenzó el show micrófono en mano...
LNE
Relajado, confiado y comprometido, Fernando Alonso refuerza su posición dominante en Ferrari y se lanza de nuevo a por su tercer Mundial
Fuente: LNE
ÁLVARO FAES Mediodía en Madonna di Campiglio, paraíso dolomítico del esquí y segunda casa de Ferrari. Todos los inviernos desde hace veintiún años se entregan allí a la nieve antes de desenvainar la espada para la batalla de la Fórmula 1. Pura tradición. Es la hora del almuerzo en el Chalet Fiat, templo de la pasta a 2.100 metros. El sol, bajo, muy débil en pleno enero, apenas se las arregla para subir la temperatura hasta un par de grados bajo cero. En la terraza del restaurante, la tropa de la escudería recupera fuerzas mientras se entregan los premios a los periodistas que han participado en la competición de eslalon.
Fernando Alonso salta entre las mesas y pregunta uno por uno cómo les ha ido pasando puertas.
«Cuarenta y tres segundos y medio», responde un reportero.
«¿Tanto? ¿Por qué? Yo bajé en treinta y seis», contraataca con cierta satisfacción.
En la región de Trentino, entre los Dolomitas de Brenta y los glaciares de Adamello y Presanella surge Madonna di Campiglio (1.550 metros), un pueblo alpino de postal, paraíso de montaña entre profundos e inmensos abetales. Presumen allí de sus 100 años como destino de esquí. Y repiten a la mínima ocasión que la emperatriz Sissi lo convirtió en su destino preferido cuando decidía huir por un tiempo de la ahogadiza Viena.
Nobles y burgueses descubrieron que la nieve podía tener una vertiente lúdica y pusieron la primera piedra de lo que hoy es una de las estaciones de esquí con más glamour del mundo. Con suerte, el visitante puede toparse en las pistas con George Clooney, Paris Hilton o Noemi Campbell, algunas de las celebrities que se han dejado caer por allí últimamente para dar un toque cool a sus vacaciones.
No es raro que Ferrari haya escogido el lugar para su puesta de largo de todos los inviernos. Sus pilotos, y también los de Ducati, inician el año con una convivencia muy lejana al estrés que les espera en los circuitos. Se llama Wrooom y hace una semana que cerró su 21ª edición.
Fernando Alonso está contento porque no lo ha hecho nada mal con los esquíes. Le han ganado los que esperaba. Nadie más.
El asturiano no luce el mejor estilo pero baja realmente rápido. No es esquiador veterano y poco pudo hacer contra los italianos Luca Badoer y Giancarlo Fisichella, dos de los pilotos reserva. Fue lo único que no ganó en la semana alpina. En las dos carreras de coches sobre el hielo arrasó. No era más que una exhibición, pero tal parecía que hubiera pasado un mes entrenándose. Venció también en otro terreno, mucho más intangible: el liderazgo.
Fueron días para relajarse. Noches de cenas suculentas, póquer y brindis junto a la chimenea. El momento ideal para rearmarse, reunir fuerzas ante un Mundial que se presenta eterno (20 carreras por primera vez) y fortalecer su posición dominante en el equipo. La confirmación de que todo lo que se ganó en la pista durante un año no caerá así como así en el olvido. Relajado, confiado, y comprometido como siempre, reúne ahora fuerzas para lanzarse de nuevo a por su tercer Mundial, el que se la ha escurrido de entre las manos ya dos veces.
Respetuoso con la casa, Alonso dijo que se reconocía como líder, pero en ningún caso «el líder». No es cierto. Es posible que él mismo evite colgarse la etiqueta pero esos galones se lucen por actitudes y no por proclamación.
La semana blanca comenzó con una fuerte amenaza. Junto a Ferrari, acude a Madonna di Campiglio el equipo Ducati del Mundial de motos. No son tan grandes como Yamaha y Honda pero sí tienen al más grande: han fichado al campeonísimo Rossi. Vale cautivó de entrada en Madonna di Campiglio. Fue un imán para fotos y abrazos robados, como Alonso hace un año.
Pero después no lució en público su famoso carácter divertido y campechano. Arropado por media docena de amigos, -tatuajes, gorras y cadenas-, se escaqueó todo lo que pudo y solo al final accedió a participar en la carrera de karting y luego con el Fiat 500 sobre el lago helado de Madonna di Campiglio.
Alonso reafirmó toda la semana la gran integración que ya demostró en el Mundial. Tímido, de los que prefiere observar y después actuar, en su primer año en la nieve encontró refugio en el grupo de periodistas españoles, a los que conoce bien de tantos años rodando por el mundo.
Esta vez fue diferente. En los Dolomitas no había ingenieros ni mecánicos, un cuerpo que ya se ganó durante el Mundial, con gestos como el manuscrito que les repartió en Mónaco después de estrellar el Ferrari y arruinar el fin de semana. A mano, preparó una docena de copias de una sencilla nota que les llegó al corazón. Les agradecía el trabajo, pedía perdón y prometía pelear a muerte por el título. Así fue.
Lo remató después de Monza, cuando se fue directo a Maranello para conocer el departamento donde fabrican las pistolas que aflojan las tuercas en el cambio de neumáticos. Había ganado en Italia gracias a una sustitución de gomas frenética y quería felicitar a los muchachos.
Los que estaban en la nieve eran personal de marketing, prensa, publicidad y relaciones públicas. Y a esos también Alonso los tiene en el bolsillo.
Había en el Wrooom unos 250 invitados y trabajaban 160 personas, una proporción escandalosa que puede explicar el nivel de perfeccionismo que exige Ferrari para su semana de nieve.
Organiza el gigante Marlboro, patrocinador silencioso (no puede por ley aparecer su marca en ningún lugar) de la escudería y también de Ducati. Agradecen en Madonna la presencia del Wrooom. Publicidad impagable para la zona, que con el tirón de Alonso empieza a recibir con asiduidad turistas españoles, todavía rara avis por aquellas montañas.
Hace unos años que Maurizio Arrivabene, la cabeza de Marlboro (Phillip Morris) en Europa, consiguió del Ayuntamiento un buen pellizco para financiar la fiesta. Él, que fue jefe de prensa de la estación de esquí algunos lustros atrás, sabía que no podía seguir regalando una publicidad con más repercusión que cualquier campaña mundial. Ofertas no le faltaban para llevarse la música del Wrooom a otra parte. Pujó con mucha fuerza la exclusivísima, refinadísima y suiza Sant Moritz pero la fiesta se mantuvo donde siempre debió estar.
La semana blanca de Ferrari podría ser el único lugar con más de veinte personas donde Alonso, amante del cara a cara y las distancias cortas, se encuentra relajado. Conoce a todos de las carreras y, mire hacia donde mire, encuentra rostros conocidos. Ya sabe del bullicio y la alegría que llevan los brasileños a un lugar donde subir de cero grados suena a milagro; de cómo los españoles se contagian de la juerga; del saber estar y la serenidad italiana y de la distancia de los siempre recelosos ingleses. Claro que a la casa de invierno de Ferrari no acudió ninguno de los que le acosaron tras el Gran Premio de Alemania y aquellas polémicas órdenes de equipo. Ninguno de los que le acusaba domingo tras domingo de ser un potencial campeón tramposo y sin méritos, no más de una decena en cualquier caso, se asomó este año por Madonna di Campiglio.
Allí Rossi no fue fiel a su personaje, mientras Alonso se comportó más bien como Fernando. Un muchacho hogareño que reclama atención con sus trucos de magia. En la fiesta de la discoteca Zangola, desmelene controlado la última noche, el genial imitador del rapero Eminem, en realidad el entrañable Nigel, veterano encargado de protocolo de la escudería, terminada su actuación pidió la presencia del mago. Apareció Fernando Alonso con sus naipes y comenzó el show micrófono en mano...
LNE
" creo que he pasado toda mi vida, los nueve últimos años de mi carrera en la Fórmula 1 preparándome para este momento, para estar listo. Al fin ha llegado." Fernando Alonso (30/09/09)