28-07-2014, 13:23
Alonso, Ricciardo y Hamilton, cada uno con sus armas, dieron una clase magistral en Hungaroring
«Alonso, qué espectáculo», titula hoy La Gazzetta dello Sport en su portada teñida de amarillo por el triunfo de Nibali en el Tour. «Un segundo puesto que vale una victoria», remata. Italia se rinde al talento del español después de su exhibición en el viejo Hungaroring. «Es un gigante», asegura el Corriere dello Sport, rendido a la magia del español. Hay unanimidad en la Prensa con el carrerón de Alonso, y también con el de sus compañeros en el podio, Ricciardo y Hamilton. «Chapeau, señores», concluye L'Équipe.
Las 70 vueltas al trazado de Budapest se convirtieron en una clase magistral de estos tres pilotos. Cada uno a su manera, usando de la mejor manera posible las armas de las que disponían. Ganó Ricciardo, pero la victoria debería ser compartida. Fueron tres carreras de matrícula de honor.
En el que probablemente sea su año más difícil, Alonso supo aprovechar las circunstancias favorables que le brindó la carrera para amarrar su segundo podio del año, el 97 de su carrera profesional en los grandes premios. Parecía una utopía apenas unas horas antes de arrancar la carrera, pero el asturiano volvió a crecerse ante la adversidad y aprovechó el único resquicio que le permitió su renqueante Ferrari. Adelantó a Ricciardo en la salida, y tras calzar neumáticos de seco, aún con la pista húmeda, adelantó a Vettel y a Rosberg para meterse de lleno en la lucha por la victoria. Consciente de sus limitaciones, arriesgó estirando al máximo su segunda parada y, ya con rueda blanda, emprendió una frenética lucha contra el crono para superar a rivales más cualificados mecánicamente. Le sobraron tres vueltas. Supo contener al Mercedes de Hamilton, pero aguantar detrás a Ricciardo ya era un imposible.
El australiano, con una estrategia brutal, ganó la carrera partiendo desde la cuarta posición de la parrilla. Una mala salida le relegó a la sexta plaza, pero después aprovechó mejor que nadie las múltiples opciones estratégicas que brindó una carrera loca. En la vuelta diez ya era líder tras entrar antes que nadie a cambiar neumáticos. Con el paso cambiado, fue viendo caer rivales según pasaban las vueltas, y entró por última vez en el garaje a falta de 15 vueltas para su asalto final. La jugada le salió perfecta.
Y qué decir de Lewis Hamilton. El inglés volvió a pisar el podio pese a salir desde la calle de garajes por culpa del incendio de su Mercedes el sábado. En cinco vueltas ya había ganado seis posiciones pese a tener algún que otro susto por sus ansias de remontada. ras el primer Safety Car se metía en los puntos. El británico fue arrasando rivales a su paso hasta alcanzar a Alonso. Ahí se detuvo. Durante treinta vueltas estuvo detrás del español sin poder meterle el coche. Pero, en cambio, se llevó la satisfacción de quedar por delante de Rosberg y recortarle tres puntos en la lucha por el Mundial.
Hamilton es ya el piloto británico con el mayor número de podios (63) en la historia de la F1, superando al escocés David Coulthard. Por detrás quedan leyendas como Nigel Mansell, Jackie Stewart o Damon Hill.
abc.es
«Alonso, qué espectáculo», titula hoy La Gazzetta dello Sport en su portada teñida de amarillo por el triunfo de Nibali en el Tour. «Un segundo puesto que vale una victoria», remata. Italia se rinde al talento del español después de su exhibición en el viejo Hungaroring. «Es un gigante», asegura el Corriere dello Sport, rendido a la magia del español. Hay unanimidad en la Prensa con el carrerón de Alonso, y también con el de sus compañeros en el podio, Ricciardo y Hamilton. «Chapeau, señores», concluye L'Équipe.
Las 70 vueltas al trazado de Budapest se convirtieron en una clase magistral de estos tres pilotos. Cada uno a su manera, usando de la mejor manera posible las armas de las que disponían. Ganó Ricciardo, pero la victoria debería ser compartida. Fueron tres carreras de matrícula de honor.
En el que probablemente sea su año más difícil, Alonso supo aprovechar las circunstancias favorables que le brindó la carrera para amarrar su segundo podio del año, el 97 de su carrera profesional en los grandes premios. Parecía una utopía apenas unas horas antes de arrancar la carrera, pero el asturiano volvió a crecerse ante la adversidad y aprovechó el único resquicio que le permitió su renqueante Ferrari. Adelantó a Ricciardo en la salida, y tras calzar neumáticos de seco, aún con la pista húmeda, adelantó a Vettel y a Rosberg para meterse de lleno en la lucha por la victoria. Consciente de sus limitaciones, arriesgó estirando al máximo su segunda parada y, ya con rueda blanda, emprendió una frenética lucha contra el crono para superar a rivales más cualificados mecánicamente. Le sobraron tres vueltas. Supo contener al Mercedes de Hamilton, pero aguantar detrás a Ricciardo ya era un imposible.
El australiano, con una estrategia brutal, ganó la carrera partiendo desde la cuarta posición de la parrilla. Una mala salida le relegó a la sexta plaza, pero después aprovechó mejor que nadie las múltiples opciones estratégicas que brindó una carrera loca. En la vuelta diez ya era líder tras entrar antes que nadie a cambiar neumáticos. Con el paso cambiado, fue viendo caer rivales según pasaban las vueltas, y entró por última vez en el garaje a falta de 15 vueltas para su asalto final. La jugada le salió perfecta.
Y qué decir de Lewis Hamilton. El inglés volvió a pisar el podio pese a salir desde la calle de garajes por culpa del incendio de su Mercedes el sábado. En cinco vueltas ya había ganado seis posiciones pese a tener algún que otro susto por sus ansias de remontada. ras el primer Safety Car se metía en los puntos. El británico fue arrasando rivales a su paso hasta alcanzar a Alonso. Ahí se detuvo. Durante treinta vueltas estuvo detrás del español sin poder meterle el coche. Pero, en cambio, se llevó la satisfacción de quedar por delante de Rosberg y recortarle tres puntos en la lucha por el Mundial.
Hamilton es ya el piloto británico con el mayor número de podios (63) en la historia de la F1, superando al escocés David Coulthard. Por detrás quedan leyendas como Nigel Mansell, Jackie Stewart o Damon Hill.
abc.es
No se construirá una nueva era con las armas,sino con las manos que las llevan